ante la gravedad de la crisis y sus dramáticas consecuencias sociales, a lo que se suma el aumento de la distancia con la calle y el deterioro de credibilidad por el que atraviesa la clase política, para cualquier partido resultaría ahora muy complicado mantener y difícil de vender ante la opinión pública una posición de bloqueo a los presupuestos con los que las instituciones deben afrontar el desafío de la reactivación económica. Pero esta misma circunstancia obliga también a los gobernantes a hacer un ejercicio extra de flexibilidad para lograr la estabilidad presupuestaria que les permita tomar la iniciativa ante la crisis y no andar a salto de mata, como ha vivido este año, por ejemplo, el Ayuntamiento de Vitoria. El debate presupuestario que a partir de la próxima semana abrirán los equipos de Javier Maroto y Javier de Andrés en el Consistorio gasteiztarra o en la Diputación alavesa, al que se sumará el proyecto de cuentas que el próximo lehendakari Iñigo Urkullu se apresurará a presentar en cuanto forme gabinete en diciembre, dibuja un contexto que vuelve a hacer de Álava un epicentro de equilibrios y que pone a prueba la cintura de populares y jeltzales, gobernantes en las tres instituciones. Después del tortuoso tándem PSE-PP que ha bandeado la acción del Ejecutivo de Patxi López y una vez que las sucesivas debacles electorales en los comicios municipales, generales y autonómicos han dejado a los socialistas fuera de juego en todos los gobiernos, las miradas de los populares alaveses se giran ahora hacia el PNV en busca de estabilidad. De momento, su habilidad negociadora les ha servido para recolocar al concejal Fernando Aránguiz en un puesto si quiera testimonial en la Obra Social de Caja Vital, aunque ahora tendrán que remangarse en la elaboración de los presupuestos para superar la actual inacción y política antisocial que marcan, respectivamente, la gestión de la Diputación alavesa y el Ayuntamiento vitoriano. Maroto confiaba ayer la necesidad que tiene el PNV de lograr estabilidad en el arranque del mandato Urkullu para allanar el camino que le permita al alcalde tener presupuestos, pero quizás debería también pensar el corregir su política y no fiarlo sólo a la suerte del funambulismo político.