Las urnas depararon finalmente una victoria de Barack Obama sobre Mitt Romney mayor de lo que preveían las encuestas. Los ciudadanos de EEUU prorrogaron para otros cuatro años el mandato del presidente demócrata y le dieron una amplia ventaja tanto en votos electorales -al imponerse en los estados clave- como en populares, donde Obama superó a Romney en más de dos millones de papeletas. Los norteamericanos han dado así una nueva oportunidad a Obama -que llegó a la Casa Blanca en 2008 en medio de una gran oleada de entusiasmo y que ahora ha vuelto a arrasar entre los jóvenes y las minorías- para acometer su programa de reformas sociales y sus proyectos de relanzamiento económico. Y quizá ahí resida buena parte de los riesgos que deberá afrontar en este nuevo mandato. El entusiasmo social ya no es tal y buena parte de las reformas siguen aún pendientes, entre otras razones por la oposición de los lobbies que representan a las grandes corporaciones económicas y empresariales y por el control político que los republicanos mantienen del Congreso y que el martes lograron renovar. Además, Obama deberá relanzar su propio programa económico, lastrado por el importante debate en EEUU del gasto público y los impuestos. Y recuperar los valores progresistas en asuntos de derechos humanos y política exterior, con el cierre de Guantánamo, el fin de la guerra fracasada en Afganistán y el control sobre Irán y la guerra civil en Siria como principales asuntos pendientes. Es cierto que la victoria de Obama ha sido recibida en positivo en Europa, donde la opinión pública es mucho más proclive a los demócratas y, de hecho, el propio Mariano Rajoy desechó un encuentro con Romney para no empeorar más su ya deteriorada imagen en España, así como en las potencias emergentes y la mayoría de los países latinoamericanos. "Lo mejor está por llegar", fue su mensaje clave al conocer su reelección, en un discurso centrado en la economía -con una apuesta reiterada por las energías renovables- y la inmigración. La victoria de Obama es, en definitiva, un pequeño respiro ante la posibilidad de una nueva regresión a una Administración estadounidense dominada por el fanatismo religioso y el mercantilismo económico, pero le espera una dura tarea.