la mujer de Aznar -ignoro si Ana Botella reúne algún mérito añadido para ser proclamada alcaldesa de Madrid tras la patada p'arriba de Gallardón- se fue toda desolada y desamparada a Portugal mientras sus convecinos lloraban desconsolados y airados por las cuatro chicas muertas en la macrofiesta de Halloween. "No dejé ni un minuto de pensar en las víctimas", confesó toda compungida cuando fue requerida por sus inoportunos baños de burbujas y, supongo, desestresantes masajes en el lujoso spa de Portugal en el que pasó el puente junto a su maridito, que esto sí es un matrimonio como Dios manda y no esos impúdicos arrejuntes de maricas. Por supuesto, no piensa dimitir ni destituir a nadie hasta que se aclare si hubo o no negligencia por parte de algún responsable municipal. Lo de Lisboa ni se discute, que es su vida privada y punto. Además, ya pensaba todo el rato en las víctimas, joé, como si les fuera a servir de algo a las muertas que suspendiera sus vacaciones. No son pocos los analistas norteamericanos que sostienen que Obama ganó en el último sprint a Romney por su presencia a pie de calle junto a los damnificados por el huracán Sandy. Como dice una máxima aplicada a cargos públicos desde los tiempos de los romanos, "la mujer del César, además de ser honesta debe parecerlo". Luego, hay algunos que se extrañan del desapego de la gente hacia los políticos. Como comentaba al principio, ignoro si Ana Botella posee alguna cualidad escondida para ser algo más que la mujer de Aznar.
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