SE dice que actualmente las mujeres tenemos pocos hijos y además demasiado tarde. A lo mejor si se analizan, desde el punto de vista de la propia mujer, los cambios que se producen desde que ésta se convierte en madre, se entendería que ser madre hoy en día es asumir un reto que te complica enormemente la vida social, laboral, familiar y personal.

La sociedad sigue exigiendo a las mujeres que, ante todo, sean lo que se considera como "buenas madres", y dentro de este concepto tan amplio aparece en un primer plano una entrega, casi absoluta, de la mujer en su rol de madre, es decir, ¡que dejas de ser Miren para convertirte en la madre de Iker y Alaia!. Se considerará correcto que dejes de estudiar o formarte, que abandones tu trabajo, que descuides tu aspecto, que asumas tú sola el cuidado de los hijos, que no hagas deporte, que no tengas tiempo propio, y que en adelante tu mayor preocupación sea aquello relacionado con lo que les pueda ocurrir a tus hijos e hijas. Esta forma de control social es muy efectiva, de hecho una de las peores consideraciones que pueden afectar a la mujer es que socialmente sea considerada como una mala madre y así nos despreocupamos de nosotras mismas para preocuparnos permanentemente por si me come o no me come, por si no me estudia, por si se cae, por si le pasa "algo"?

Ya desde el embarazo las mujeres vamos asumiendo la cantidad de cambios que van a acontecer en nuestra vida, ya que entendemos que la maternidad afectará a todos los campos. En el plano laboral el ambiente se amarga en cuanto te quedas embarazada, lo que para todo el mundo es motivo de alegría aquí se convierte en amenaza, que de hecho a muchas mujeres les cuesta el despido. Si el trabajo se mantiene será la madre quien irá modificando su jornada para hacerla compatible con el cuidado de los hijos e hijas. Si busca un nuevo empleo es posible que antes de mirar el sueldo, la promoción, o la función a desempeñar, elija aquel puesto que mejor se adapte a los horarios escolares. Y podemos despedirnos de los ascensos a puestos de mayor categoría, porque en el ámbito laboral y social ¡no lo olvidemos! antes de ser mujer profesional eres madre.

¿Y dónde queda nuestro papel en la participación social? Las mujeres cuando somos madres ¡desaparecemos de la esfera pública!, no estamos en los sindicatos, en las asociaciones, en la política? Pero claro, a ver en qué evento o reunión se tiene en cuenta a las madres, se organiza servicio de ludoteca o se hace en un horario compatible con los horarios infantiles. Tampoco acudimos a los grandes actos sociales ¡ni siquiera a los partidos del Baskonia o del Alavés! No les sucede lo mismo a los padres, que pueden ir tranquilamente a los partidos aunque no haya ludoteca ¡seguro que detrás de cada padre habrá una madre que mientras tanto cuide a sus hijos sin ningún problema!

Aunque estamos en un país de reglamentos, en el que supuestamente todo está previsto y legislado en exceso, sin embargo no existe una Ley o Convenio de adaptación de los hombres y mujeres a la paternidad y maternidad en la que se establezcan formas equitativas de reparto de las responsabilidades, además de sus deberes y derechos. Y es que a lo mejor ¡no se ve necesario! Según el patrón social establecido el reparto está claro y las mujeres sistemáticamente tendemos a asumirlo todo, pero además de forma voluntaria y con un espíritu permanente de lucha y sacrificio. ¡Yo por mi hija mato!".

A lo mejor debiéramos ir pensando en otras formas de ser madres y padres que fomenten la igualdad, que permitan a las mujeres desarrollar otros roles además del de madre, y faciliten a unas y otros conciliar la vida familiar con la personal, la laboral y la social.