ES un casi un tópico que, a la hora de valorar las sucesivas celebraciones del Aberri Eguna, se hable de la disgregación del nacionalismo. Este año, si cabe, la evidencia de esa falta de unidad es mayor, curiosamente cuando la política vasca o, más concretamente, el espectro nacionalista viene de un periodo de llamamiento público a la acumulación de fuerzas soberanistas por muy distintos motivos. Sin embargo, el hecho de que el paraguas nacionalista proteja a una pluralidad de puntos de vista no ha de ser, en sí mismo, algo negativo. Esa variedad de opiniones, aunque adolezca quizá de una deseable capacidad de acuerdo en torno a un mínimo común denominador al menos en una fecha tan significada, evidencia la vitalidad de esa corriente ideológica. Un escenario que, aunque en este momento pueda aparecer ante la ciudadanía como una caótica ensalada de siglas, tiene la ventaja de someterse al dictado soberano de la ciudadanía para ordenarlo. En apenas en un mes. Y en este punto hay que hacer una primera consideración que ha marcado sin duda el Aberri Eguna de este año: el veto a que una parte de ese espectro político pueda concurrir a las elecciones, una vez más, no sólo cuestiona las bases de un estado democrático, sino que desfigura la fiel radiografía política que las urnas deben aspirar a hacer de la sociedad. La incógnita sobre el futuro de Bildu es un terreno ya conocido, con el nada despreciable agravante en esta ocasión de que los equilibrios jurídico-políticos del Estado se pueden llevar por delante los derechos y la honorabilidad de muchos candidatos de partidos de irreprochable trayectoria democrática. En segundo lugar, el Aberri Eguna es y debe ser la celebración de la palabra como herramienta única de la política. Una máxima que, por mucho comunicado y declaración que haga, ETA no parece entender. Ayer, otro tópico, volvió a autojustificarse. Sin explicaciones -del tiroteo en Francia, exigidas por la propia izquierda abertzale histórica-, sin respuestas -a los requerimientos que los firmantes del Acuerdo de Gernika le han hecho para que ratifique la vigencia de su alto el fuego-, sin tan siquiera intentar ponerle las cosas más fáciles a la gente que desde Sortu o Bildu intenta hacer lo que ETA no ha hecho jamás: someterse a la voluntad del pueblo, de las urnas. Otro Aberri Eguna más, otro día más, sin hacer lo que tiene hacer.