ESTÁ claro que el mundo marcha a varias velocidades distintas. En algunos sitios, aún vemos a mujeres caminando uno o dos pasos por detrás de los hombres y tapadas hasta las orejas, cuando no son lapidadas por adúlteras. En otras partes se mantiene la pena de muerte, el veto a las redes sociales, la censura de prensa, el racismo, la explotación de menores, la trata de mujeres, el turismo sexual con niños... Horrores que se van conociendo y denunciando y hasta en ciertos casos corrigiendo, aunque demasiado lentamente. Lo que no sabía yo es que la homofobia también era legal en algunos países. Hablo al menos de Malasia, donde ya se ha abierto el primer centro llamado reformatorio para que los niños afeminados no acaben degenerando hasta convertirse en homosexuales. Los encargados de escoger a estos descarriados para enderezarles su camino sexual han sido los profesores de los colegios. Y ya están entrando en vereda los primeros 66 afortunados de entre 13 y 17 años de edad a los que les será acentuada su hombría con diversas y específicas clases de educación física y de religión amén de los perceptivos consejos tutoriales sobre la forma de actuar con masculinidad. El gobierno de Kuala Lumpur se ha enfadado mucho y ha exigido a las autoridades del Estado de Terengganu el cierre del reformatorio. Pero mucho me temo que la indignación es de boquilla en un país en el que la homosexualidad es castigada con penas que van desde 20 de prisión a la pena de muerte según se escape un beso o un polvo gay.