a la hora del diagnóstico tras una revisión existe una cierta inquietud. ¿Se atreven a imaginar la siguiente situación? Visualicemos un hospital donde nos hacen las pruebas y tienen los resultados. Es un centro tan democrático que los enfermos eligen a los médicos que lo han de dirigir y atender. Las elecciones internas están próximas. Los pacientes esperan sus resultados y tratamientos. Unos médicos proponen no dar malas noticias, no anunciar enfermedades con riesgo y no aplicar terapias dolorosas antes de las votaciones porque podría predisponer negativamente a los enfermos contra ellos. Otros son partidarios de ser objetivos, decir la verdad, aunque no guste a los afectados, para iniciar inmediatamente las actuaciones más posibilistas para la recuperación. Y eso aunque pueda generar disgusto, enfado y ser rechazados por los pacientes.

Ya ven la alegoría. Las municipales están muy próximas y el año próximo, las generales. La ciudadanía es consciente de que en el plano económico, laboral, financiero e industrial estamos ante una pandemia muy seria. Pero hay médicos -perdón, políticos- que no facilitan el diagnóstico real o lo niegan, y prefieren retrasar actuaciones traumáticas y dolorosas, pese a que son urgentes, para ganar tiempo y no asustar. No inician los tratamientos hasta que hayan pasado las elecciones. O, peor aún, no actúan sobre las causas críticas de la enfermedad y proponen actuaciones que aún la agravarían más.

Vuelvo a la pregunta inicial: ¿qué equipo médico prefieren? ¿Uno que oculte la verdad, que engañe, que dé largas y no actúe para beneficiarse o incluso que agrave la enfermedad y que diga lo que más gusta oír? ¿O uno que sea profesional, sincero, riguroso, que informe con un diagnóstico claro y proponga actuaciones posibilistas, aunque no sea lo que quisiéramos escuchar? La respuesta será obvia, pero la realidad no lo es.

¿Qué imagen deben tener muchos partidos sobre la ciudadanía, sobre sus votantes, cuando descaradamente manipulan y niegan la realidad y obstaculizan su mejora? O, a lo peor, llevan razón y la visceralidad de muchos votantes ciega la capacidad de raciocinio objetivo y prefieren ser manipultados en lugar de asumir la realidad. Quizá precisamente por eso los expertos en comunicación política aconsejan a los líderes decir sólo lo que sus votantes quieren oír.

No es sólo un caso de la ciudadanía, sino de la demagogia e irresponsabilidad de partidos de la oposición de turno y sindicatos que niegan la evidencia, critican unas medidas que muchas veces vienen impuestas o son absolutamente inevitables. Como a menudo en medicina, su aplicación no garantiza salir de la crisis pero no intentarlo casi garantiza que ésta se agravará y las consecuencias serán mucho peores.

¿Qué clase de políticos prefieren ustedes, los que dicen la verdad aunque duela y actúan ya o los que evitan diagnósticos y tratamientos impopulares?