FINALMENTE, la ONU ha resuelto intervenir en Libia y ha aprobado el uso de la fuerza para defender a la población civil. En tal nueva situación el futuro de este país es una total incógnita. Una parte sustancial está ya controlada nuevamente por Gadafi y la acción internacional puede haber llegado demasiado tarde. En una hábil maniobra Gadafi declaró un alto el fuego, aunque se informa de que no lo respeta, y ha prometido una amnistía a los rebeldes que se entreguen. Pero ya ha advertido de las consecuencias para el Mediterráneo y para los países que les apoyen. Malta, por ejemplo, ha optado por declararse neutral y no servir de base de apoyo para las operaciones que puedan desarrollarse.
La defensa de la población civil mediante un estricto control del espacio aéreo es una misión ambigua cuando el verdadero terreno estratégico está en el control de las ciudades. Gadafi ha logrado recuperarse y retomar la iniciativa de una manera en la que ha dado la vuelta a las tornas, por lo que la división del país, ahora mismo, es un problema grave. El dictador libio debe conocer que no existe un contingente de fuerzas terrestres para sacarle del país. Así que mientras pueda ir erosionando la resistencia rebelde ganará terreno hasta acabar con la insurgencia.
Entretanto, la resolución es un contratiempo porque viene avalada por EEUU, la Unión Europea -sobre todo Francia y Gran Bretaña, pese a que Alemania se ha abstenido- y la Liga Árabe, que a través de Líbano fue una de las inductoras de que se procediese a ello. Sin embargo, Gadafi tiene varios ases, cuenta con recursos suficientes para quebrar la resistencia última de los insurgentes. Si no comete ningún error, a pesar de las estridentes amenazas que ha lanzado, es sencillo imaginar que acabará por recuperar el control del país, aunque la decisión de librarse del dictador está mayoritariamente en el alma de los libios. Por una parte, visto como se han ido resolviendo los acontecimientos, es preferible esto a que el país quede dividido en dos mitades enfrentadas, porque ello podría suponer un cuadro aún más funesto de violencia. La actitud del régimen de Gadafi podría dar rienda suelta a unas mayores dosis de crueldad, si cabe, de lo que ha sido hasta la fecha. Y sabe que no habrá intervención terrestre. Una cuestión que, imagino, ni tan siquiera se ha podido plantear en serio la ONU por el hecho de que las únicas fuerzas disponibles son las de EEUU. Pero tras las enseñanzas de la ocupación de Irak, no se quiere indisponer a los países árabes otra vez con el gigante norteamericano. Gadafi puede jugar al equívoco entre tanto.
Sus intenciones son claras y sólo tienen un objetivo, recuperar el poder en toda Libia. Libia es Gadafi y Gadafi es Libia, es esa identificación que ostenta todo narcisista que se precie y que confiere un carácter nihilista a sus intenciones (morir destruyendo todo a su paso, sin importarle los efectos que ello traiga consigo). Gadafi no es Hitler pero como si lo fuera y esto no es Munich pero no podemos evitar sacar a colación sus lecciones, por la incapacidad de los organismos internacionales para atender mucho antes la solicitud de una población libia que clamaba a gritos por su libertad. No se tenía que haber andado con medias tintas cuando la rebelión estaba en su punto álgido, porque la guerra civil es una realidad que no se puede minusvalorar ni contenerla en los marcos de los derechos humanos. Claro que estos son esenciales pero no olvidemos que lo que está en marcha es un proceso más significativo: es una justa rebelión popular contra un régimen autocrático.
En el mejor de los casos, no es probable que se pueda negociar una salida airosa al conflicto. Los rebeldes aspiran a sacar a Gadafi y a su familia del país, mientras que éste sabe que tiene en su mano una jugada que le permitirá recuperar las riendas del poder, como si no hubiese pasado nada, pudiendo identificar, además, a los líderes de la rebelión y reforzar su posición. Gadafi no va a renunciar porque él es Libia. Y, por lo tanto, su situación es un todo o nada. Invadir el territorio de un país y violar su soberanía sólo está en manos de EEUU y esto se ha descartado por completo. Así que, por el momento, la resolución es una balsa de aceite para los rebeldes. Pero, ¿serán capaces de recuperar el terreno perdido?
Gadafi no cederá y no hay trazas de que desista a imponerse por completo mientras, en este impasse, ¿cómo reconducir estos dos antagonismos? Libia se hallaba dividida. Por un lado, se encuentra la Libia auténtica y, por el otro, la irreal gobernada por el dictador y sus acólitos. Nada está decidido aún. Ahora queda saber en qué medida la resolución afectará o no a la suerte de esta guerra civil. La violencia persiste, el avance militar del dictador prosigue aunque con contención. A pesar de las bravatas conoce el poder destructor de la aviación norteamericana y aliada y no quiere correr riesgos innecesarios. El devenir sigue siendo una incógnita pero, al menos, hemos de reconocer que los libios portan una esperanza que antes no poseían, sabiendo que, de no mediar la ONU, les sería imposible frenar el avance enemigo. Una parte importante del mundo está con ellos, ahora se trata de socavar y horadar todos los apoyos del régimen de Gadafi hasta que su fin sea posible. Puesto que aún no se ha actuado contra a los países que han sido cómplices de esta traición al pueblo libio, suministrando al sátrapa armas y mercenarios esenciales para esta guerra.