SE pone la cosa interesante. Al petit Nicolas le han dado este fin de semana donde más le duele, en la derecha. Los franceses se han animado en las cantonales a caminar en el filo de la navaja y le han dado cuerda a la ultraderecha de los Le Pen en una jugada arriesgada que, desgraciadamente, es moneda común en esta Europa poltronera y aburguesada de nuestras entretelas. Miserias al margen, el escenario que los enfants de la patrie se han marcado es realmente diabólico. Al adalid de la seguridad, del recorte público, el que enviaba gitanos a Rumanía en aviones, acuérdense, el que perdió la cuenta de las huelgas que le montaron -a las barricadas y la playa está bajo los adoquines y toda la mandanga-, a ése los votantes le acaban de decir que se está volviendo flojo. Bueno, los que fueron a votar. Ya conocen mi debilidad por Sarkozy, así que no me cabe duda de que resurgirá de sus cenizas con algún as en la manga, ya sea en forma de susurrante tercera esposa supermodeluqui o de hábil y maquiavélica maniobra: se quitó de en medio a Villepin endosándole el marronazo cum laude de los disturbios en la banlieu parisina cuando precisamente él era responsable de la Policía como ministro de Interior, y ha salido indemne de todos los tejemanejes de financiación irregular de su partido, cobrándose víctimas políticas en el camino. Que se lo pregunten a Alliot-Marie y sus vacaciones tunecinas. De momento, se ha propuesto borrar del mapa a monsieur Gadafi, a ver si el tunezgate va a tener extensión libia y la cosa se pone chunga. A los franceses les va la marcha.