el Departamento de Educación sigue sin poder digerir los resultados de las elecciones sindicales en la Enseñanza pública. Fueron un mazazo para el acuerdo laboral que firmó la primavera pasada con la minoría sindical y para los planes de la consejera Celaá. Pero en lugar de reflexionar sobre esta simple y evidente realidad, la consejera ha pretendido menospreciar dichos resultados afirmando cosas como que la participación ha sido baja, que ella hace política y que unas elecciones sindicales no van a modificar su trayectoria. Le es indiferente ver que la mayoría del profesorado no comparte sus planteamientos ni está dispuesta a aceptar imposiciones. Mejor dicho, quieren aparentar que les da igual, pero no lo pueden soportar, no son capaces de aguantar la más mínima crítica.

Quizá sea mejor no insistir en que quienes gestionan el Departamento de Educación obtuvieron el 18.5 % de los votos en las elecciones vascas o que necesitaron el apoyo de sus adversarios políticos para acceder al Gobierno, siendo rehenes de dicho apoyo. Por otro lado, no es muy sensato pretender llevar adelante los planes prioritarios sin el apoyo del profesorado o su abierta actitud en contra.

Pero vayamos al meollo de la cuestión. El Departamento, siguiendo las directrices del Gobierno Vasco, ha impuesto duros recortes en la enseñanza, firmó un acuerdo laboral penoso con al minoría sindical y, en consecuencia, ha empeorado de manera grave las condiciones de los centros, afectando especialmente la calidad de la enseñanza. La administración está llevando a cabo una regulación de empleo camuflada, se han perdido centenares de puestos de trabajo entre el personal sustituto, en los centros hay cada vez menos tiempo para desarrollar los proyectos, para dar apoyo al alumnado que lo necesita y la presión del trabajo burocrático es cada vez mayor. Los datos de matrícula son cada vez mayores, pero las plantillas no aumentan en consonancia.

El Departamento fijó como base de su actuación los programas Marco de Educación Trilingüe, Eskola 2.0 y Educación para la Paz y dejó de lado otros que habían sido prioritarios como el de Escuela Inclusiva o Integración de Alumnado Inmigrante. Los tres proyectos que ha convertido en prioritarios los utiliza para adornar el escaparate y hacer propaganda política.

Deben de recordar que el trabajo desarrollado en todos estos ámbitos es grande, que no partimos de cero, que mejorar siempre ha sido un reto y que los niveles de calidad de la Escuela Pública Vasca no se han conseguido en dos días. Deben de recordar ahora también algo que en alguna otra ocasión han dicho: que el sistema educativo tiene buenas y buenos profesionales y que hace falta tranquilidad para que hagan bien su trabajo. Deben de recordar que esas mismas personas son las que ahora han hablado por medio de su voto, las que han de llevar a cabo los proyectos y las que van a seguir mejorando la Escuela Pública Vasca.

Ante esta realidad el equipo de la consejera Celaá tiene dos opciones: mirar hacia otro lado, encastillarse, obcecarse y continuar con la vía de la imposición o bien buscar soluciones efectivas basadas en acuerdos amplios. Nosotros tenemos claro que nuestra opción es la segunda. Así se lo hemos manifestado directamente a la consejera, junto con la petición de apertura de nuevas vías de diálogo. Creemos que estamos a tiempo. La pelota está nuevamente en su tejado.

Belén Arrondo, Ana Pérez e Iñaki Izagirre

STEE-EILAS