queremos hablar de las reacciones que la lucha del pueblo libio contra Gadafi están produciendo en el seno de la izquierda que está más allá de la socialdemocracia. Y para hacerlo no hablaremos de la doble moral de los gobiernos que mantienen dictaduras tan crueles o más que la de Gadafi, ni de las ventas de armas, ni de las mil caras del neocolonialismo. No hablamos de la socialdemocracia. No por arrogarnos el derecho a repartir el titulo de izquierda que ellos también reclaman, sino porque su papel en Túnez y Egipto es sólo un cúmulo de interés y propaganda donde la defensa de las personas no existe. La misma Internacional Socialista que daba cobijo a Ben Alí y Mubarak descubre que son unos tiranos días antes de ser derrocados. Y sólo entonces los partidos que les sustentaban son expulsados.
El realismo político de esta organización no conoce amigos ni valores, sólo intereses geopolíticos y económicos. Los que antes eran aliados pasan en unos días a ser apestados. Gadafi no ha estado nunca en la IS, no han tenido que echarle. Sin embargo, las relaciones de hermandad de los gobiernos socialdemócratas han sido similares a los que mantenían con los otros tiranos. Queremos hablar de por qué la izquierda no se lanza a la calle en contra de este tirano, de por qué se le sigue mirando con cierta amistad, de por qué nos fijamos en la geopolítica y no en las personas que luchan y, en cambio, sí lo hacemos cuando se trata del Sahara o Palestina.
La izquierda solemos denunciar a los colaboradores de los dictadores. Lo hacemos sin problemas cuando son EEUU o la UE y es algo justo, pero nos cuesta movernos cuando el colaborador o el agresor es otro. El genocidio de Rusia en Chechenia apenas tuvo impacto en nuestras calles; la represión tibetana del Gobierno chino, tampoco. La guerra fría terminó hace 30 años, pero aún perdura en el corazón de miles de personas. No se nos ocurre otra explicación a que Cuba, Nicaragua, Venezuela o China apoyen a Gadafi y no les llamemos "colaboradores de crímenes de guerra". El caso de Cuba y Venezuela es más grave, porque por su influencia en la izquierda embellecen al tirano y extienden el manto de la duda sobre las razones de la legítima revolución libia.
El principal beneficiario de este proceso es el pueblo libio y todos los pueblos del mundo que tienen aquí y ahora un relato revolucionario real, del siglo XXI, que dice que se puede derribar a un tirano con la movilización popular. ¿Hay otros beneficiarios? Seguro, como en todo proceso de cambio. Algunos de esos beneficiarios secundarios también son sospechosos -desde los internos de los Hermanos Musulmanes hasta los externos-, pero la teoría conspirativa de que detrás de esta revolución están los intereses económicos de la UE y EEUU es tan poco fundada como débil. Las grandes multinacionales hace tiempo que trabajan con toda normalidad en Libia. A las petroleras Repsol, British Petrolean, Total o ENI OM no les ha creado ni les crea problemas trabajar con Gadafi. Repsol, sin ir más lejos, tiene al Gobierno libio en su consejo de administración. ¿Salen beneficiados EEUU o la UE? ¿En qué? Hace años que Gadafi es amigo de los dirigentes yanquis y europeos, amigo de Aznar o Berlusconi. Hace años que es el gendarme de hierro de la UE contra la inmigración, con métodos tan brutales como impunes.
La teoría conspirativa extiende su manto de sospecha cuando los pueblos deciden rebelarse y son aplaudidos por EEUU o la UE, señalando que es el interés del imperialismo el verdadero motor de esos procesos. Esto ocurrió con los tibetanos y ahora con los libios. No se presentan pruebas para apoyar la conspiración, eso es secundario. Si los yanquis amenazan con intervenir en Libia, si le llaman dictador a Gadafi, esa es la prueba.
Esa misma teoría afirma que los pueblos oprimidos son soberanos cuando inician procesos que nos gustan (Venezuela, Bolivia o el Sahara), pero en el fondo anida una gran desconfianza hacia la gente real (incluso desprecio si son las masas occidentales adocenadas por el consumismo) y una extrema idealización de los sujetos revolucionarios: clase obrera, mujeres, pueblos oprimidos, indígenas?
Es verdad: no hay en estas revueltas árabes proyectos socialistas, sólo reivindicaciones contra la corrupción, las desigualdades económicas y a favor de reformas democráticas. Sólo eso, ni más ni menos que eso.
Tampoco tenemos ninguna seguridad de que los regímenes que resulten de estos procesos sean más respetuosos con los derechos de las mujeres o de las minorías? Desgraciadamente a veces el pueblo decide cosas que no nos gustan nada, pero ese es otro debate.