NOTICIAS inquietantes: faltan menos de dos meses para las elecciones. No se me exalten, todos somos entusiastas fans -ya saben, como Eguiguren de Zapatero- de la fiesta de la democracia. Lo que da miedito es que faltan poco más de 40 días para la campaña electoral. Ríanse ustedes del tsunami de Japón, la radiactividad de Fukushima, la guerra en Libia y las eficaces eliminaciones de insurgentes en Bahrein, Yemen o Arabia Saudí, a las que el pequeño Napoleón y demás líderes del mundo libre, al menos por ahora, no parecen dar demasiada importancia. Les cuento cómo se prepara la cosa: PSE, PNV, PP, Aralar, EB, Sortu -o el plan B, o el plan C, con EA, sin EA, con Alternatiba, sin Alternatiba, en alegre coalición o en orgiástico mejunje-, Hamaikabat, UPyD; súmenles todas las plataformas o agrupaciones municipales de toda índole y condición, alguna escisión con presencia puntual, y añadan las habituales y previsibles presencias de partidos antitaurinos, humanistas, verdes y demás. Ahora, multipliquen, porque hay elecciones a las Juntas y a los ayuntamientos. Resultado: abróchense el cinturón que vienen curvas. En tiempos de bonanza esto podría significar muchos globos para los niños; a día de hoy, que si se descuidan algún candidato les inaugurará la barra de pan o el marianito de los sábados. Un consejo, no se dejen seducir. La única satisfacción que le queda al ciudadano es la pequeña venganza de dar por saco cada cuatro años al político que le ha decepcionado y que se ha olvidado de que, sí, él también es mortal.
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