últimamente nos estamos regodeando porque nuestra capital -capital de Euskadi además- Vitoria-Gasteiz va a ser próximamente reconocida y nominada por Europa como ciudad verde, green capital. Hay que reconocer que nuestro equipo municipal ha vendido bien el producto, que no es otro que el de una política medioambiental avanzada, seguida por las distintas corporaciones habidas durante los treinta últimos años, como compensación a los destrozos exigidos como pago por nuestro espectacular desarrollo, pero hay que reconocer también que Vitoria y sus inmediaciones se mostraron mucho más verdes antaño.
Ampliando nuestro campo y refiriéndonos a nuestro territorio histórico, merece la pena detenerse en la actuación que supuso la Concentración Parcelaria: suplantó (sin apenas debate, ni contestación alguna) extensos bosques por labrantíos. Ahora lo que queda, que no es otra cosa que nuestros montes, se mantiene bien cuidado: el medio natural alavés, nuestro medio ambiente, goza de buena salud.
Así, hoy podemos disfrutar privilegiadamente de grandes parajes agrestes de gran belleza y diversidad. Su gran espacio, su flora y fauna una de las más ricas de la península ibérica, constituyen un extenso y magnífico jardín, que nos mueve a considerarlo en su conjunto como el Parque Natural de Euskadi. El deterioro y la degradación del espacio natural de nuestras provincias hermanas -sobre todo Gipuzkoa, totalmente saturada, donde ya no cabe nada- bien puede servir para avalar esa tesis, afianzar esa denominación y reivindicarla. Es lo que queda y por lo tanto hay que defenderlo.
De ello, no sólo nos hemos dado cuenta los que mostramos interés por el medio ambiente, por nuestra tierra (ama lurra), por nuestro patrimonio en definitiva, también lo ha notado el pinzón real (fringilla montifringilla), un pájaro de entre 12 y 16 centímetros que anualmente nos visita en masa porque se ha dado cuenta de la bondad de nuestros bosques.
Esta especie anida y vive la mayor parte del año en los bosques de coníferas y abedules más septentrionales de Euroasia (Escandinavia y Siberia). En octubre, una vez comenzado el otoño, una gran parte migra en grandes bandadas hasta nuestros bosques en las inmediaciones de Gorbeia, donde se instala a pasar el invierno hasta mediados o finales de febrero. Se calcula que de unos cuatro millones de ejemplares que viven en esos lares, dos millones aproximadamente nos visitan a menudo. Por lo general, conforman sus dormitorios o dormideros un par de bosques de cipreses contiguos de donde todas las mañanas, tras la salida del sol, en poco más de media hora se trasladan a los hayedos cercanos, donde se alimentan de frutos e insectos.
El espectáculo es impresionante. Consiste en esperar junto a los dormideros. Mientras se reúnen para partir, la algarabía ornitológica es impresionante y cuando menos lo esperas inician el vuelo hacia los hayales de Altube y Monte Santiago. Muestran escaso aleteo pero a una velocidad increíble (unos 80 km/h) y todos, como si salieran de un mismo punto, pasan a miles por encima de tu cabeza como si de una gran humareda se tratara, en hilera kilométrica. Serpentean ante cualquier cosa que les asuste y no se chocan, es increíble. Algo más de media hora, sin cesar, dura el espectáculo ofrecido diariamente por los aproximadamente dos millones de pinzones reales. Durante el crepúsculo vuelven al dormidero ofreciéndonos otro espectáculo similar. Simplemente con esperar escondido se puede observar cómo, a pesar de llegar en masa, aparentemente desordenados, van ocupando centímetro a centímetro todas las ramas visibles. Y así todos los días durante cinco meses.
Cualquier día talarán los bosques de cipreses, ya adultos y de propiedad privada, y nuestros pinzones se quedarán sin dormidero y nosotros sin pinzones y sin espectáculo natural. Hasta ahora vuelan sin obstáculos, sin grandes torres, sin cables, ni molinos, naturalmente. Mañana, vaya usted a saber. Hay tantos intereses e interesados a los que no les importan estas cosas menores. Difundamos esta riqueza y que se conozca a todos los niveles.
Es de justicia agradecer la Diputación Foral de Álava su buen hacer durante estas dos últimas décadas en la conservación y mejora de nuestros montes, por la creación de parques naturales y zonas protegidas de gran interés medioambiental y por su Plan Mugarri orientado a la defensa de Álava frente a los codiciosos y agresivos proyectos industriales con los que todo el País Vasco podría convertirse a corto plazo en un inmenso Polígono Industrial. Que nuestras Juntas Generales hayan tomado también cartas en el asunto abre favorables expectativas. Para terminar, vaya mi saludo y ánimo a la plataforma popular Mendiak aske por su trabajo de información y concienciación en ese sentido y a favor de un desarrollo racional y sostenible, difundido por todas las poblaciones afectadas.