No hace falta ser un observador muy avezado para comprobar la confusión que rodea a los socialistas en torno a la legalización de Sortu y a todo lo que tiene que ver con sus estrategias ante el escenario político que dibuja un posible final definitivo de la violencia. Tampoco para percatarse de que una cosa es la visión de largo alcance que tradicionalmente han representado algunas voces del socialismo vasquista -hoy eclipsadas por la entente de poder con el PP- y otra muy diferente los cálculos que se realizan desde el aparato del PSOE -con Rubalcaba como maestro de ceremonias y los barones en el coro más inmovilista- y el nerviosismo que provoca cada nota que desde Euskadi pueda desafinar, como la última salida de tono de Jesús Eguiguren en su pretendido papel de l"enfant terrible, aunque sólo sea de pose. Y, en medio, el lehendakari Patxi López, sujeto al vaivén al que le expone su sempiterna indefinición, intentando nadar y guardar la ropa con un pie amarrado al grillete del PP vasco y el otro en la orilla de Madrid. Tras la voluntad clara de la izquierda abertzale histórica de romper con su pasado y los pronunciamientos expresos -más de lo que algunos socialistas parecían esperar- que Sortu ha realizado en cada una de sus manifestaciones, el nuevo escenario se ha convertido en un terreno minado para los dirigentes del PSOE, acechados por la presión de los medios de la derecha y de un PP que no está dispuesto a dejar de seguir mordiendo la presa de la violencia -y en el tobillo de Zapatero- como uno de sus principales activos electorales. Eguiguren ha vuelto a salir a escena para a ejercer de Pepito Grillo -por libre o calculadamente- y hacer de contrapeso. El presidente de los socialistas vascos no ha dudado en airear en un artículo el contundente reproche a Zapatero de su "falta de valentía" por haberse instalado en la pasividad para "no molestar a la derecha" en materia antiterrorista y de pacificación. Eguiguren se ha quedado solo, pero sus palabras han vuelto a generar la enésima tormenta en las filas de su formación, evidenciando nuevamente las contradicciones internas. Los miedos y la falta de un mensaje unívoco en el PSOE seguirán siendo el mejor terreno abonado para la demagogia del PP.
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