A todas las mujeres del mundo, para que nada, da igual persona, animal o cosa, pueda jamás, en esta vida presente ni en las venideras, hacer que se sientan marginadas, humilladas, pequeñas, o utilizadas. Vosotras, que venís a la vida con seis sentidos. Que sois capaces de realizar con éxito y a la vez varias tareas, sin que una de ellas acabe necesariamente, rota, quemada o inundada, ¿quién tiene el derecho a decir que no sabéis lo que estáis haciendo? Si de vosotras brota la vida, y nadie lo atribuye a un milagro, ¿qué boca siniestra se atreve a decir que no valéis para nada? A vosotras, que aceptáis una regla cada mes, que con ella a cuestas corréis maratones por colegios, trabajos, panaderías, parques, médicos y cuando más duele la maldita excepción que la confirma, se os hace un punto en la media que va por vuestra pierna a la misma velocidad que lo haría Alonso por el Jarama, ¿quién se cree con la licencia de haceros sentir que sois una menos? Recordad siempre, que ya no hay rey en la selva, la lógica justicia de la sensatez, le ha quitado de una vez trono y melena, demostrando que sólo era una cuestión de apariencia. Aunque aún lo oímos rugir en intentos desesperados por conservar los privilegios que tuvo durante años y años, gracias a la inestimable cualidad de ser el más fuerte, esperamos el día que su ronca voz se calle para siempre. Sólo domina con la fuerza quien no sabe retener de otra manera. Las dependencias que os obligaban al sometimiento, regían siglos pasados, ahora sólo impera la libertad para elegir, lo que cada una prefiera. No olvidéis que aquí somos todos iguales, todos por las mismas razones, todos con las mismas tareas, incluidos los que ni siquiera sospechan, que los cubos de la ropa sucia vienen con tapa. Sólo se pretende con esto llegar hasta donde proceda, a cualquier rincón de esta tierra, donde haya una mujer que se sienta acorralada, infravalorada o desgraciada. Y sienta miedo.