Una escena que se repite todos los veranos en la playa es un niño construyendo su castillo de arena con su cubo, su pala de plástico, su rastrillo y, sobre todo, sus manos. Quizá en su camino hacia la playa ya fue pensando cómo lo haría: con torres, almenas, puertas, ventanas, un foso y una muralla exterior. Con su inteligencia y su imaginación se formó una idea, un proyecto, un diseño.

Después, en la playa, ese diseño se fue plasmando en realidad y fue la admiración de su familia y de otros que paseaban por la playa y se quedaban admirados de la obra de arte. Pero ese castillo no se hizo solo. Fue necesaria una inteligencia, un diseño, unas manos, unas herramientas y un trabajo ilusionado.

Tampoco el universo ni las maravillas de la naturaleza se han hecho solas. Cada vez más científicos defienden que es necesaria una inteligencia superior y un diseño previo que sea la causa de todo eso. Aunque otros científicos, que generalmente se declaran ateos, sostienen que todo se produce con las fuerzas de la naturaleza y por azar. Pero la realidad es tozuda. Los vientos y los huracanes nunca han construido con las arenas un castillo. En los desiertos arenosos, los vientos forman dunas, pero nada más. Los terremotos pueden destruir casas, bloques de viviendas y puentes pero nunca han construido al azar un casillo de arena con torres, almenas, fosos y murallas. ¿Y los volcanes? Pueden formar nubes tremendas de humo tóxico y sepultar con su lava hasta una ciudad entera.

Pero queda claro que los vientos, huracanes, terremotos, volcanes y demás fuerzas de la naturaleza pueden destruir muchas cosas, pero no construir al azar ninguna obra de arquitectura, pintura, música, ni siquiera un castillo de arena que lo hacen cada verano miles de niños en todas las playas del mundo.

El universo es una construcción maravillosa: millones de estrellas, planetas, satélites y otros cuerpos girando a grandes velocidades siguiendo sus órbitas, con una precisión que más nos admira cuánto más la conocemos.

Para algunos científicos esta se ha formado y se mantiene por las solas fuerzas de la naturaleza y por azar, por casualidad y juego fortuito. Pero para otros científicos estas razones no demuestran nada. Uno de esos científicos más insignes de la ciencia actual, como es Albert Einstein escribió: "¿Azar? Jamás creeré que Dios juega a los dados con el mundo".