La polémica ha acompañado al proyecto de auditorio y palacio de congresos desde sus primeros pasos: primero hubo controversia por su ubicación; luego, por los 159.000 euros empleados en construir una maqueta acústica de la futura sala sinfónica; después vino el costoso viaje de concejales y técnicos a Japón; y lo último ha sido la contratación a la empresa Bassat Ogilvy Comunicación para buscar un nombre con el que bautizar al centro. Merece la pena detenerse un momento a reflexionar sobre el proyecto del BAI Center.

El Ayuntamiento defiende su ubicación arguyendo que se encuentra en el nudo de una importante red de comunicaciones: la futura estación autobuses y del Tren de Alta Velocidad, el aeropuerto, la autopista… Parece que el proyecto estuviera dirigido en mayor medida a usuarios externos que a la propia ciudadanía de Vitoria-Gasteiz. Quizás su ubicación se deba a criterios de descongestión cultural del centro y barrios de la ciudad (ja, ja).

En cuanto a la maqueta acústica, el pago de la reproducción a escala puede estar justificado, ya que es sabido que en la capital alavesa existe una cantidad ingente de ciudadanas/os expertos en acústica. Y, por si la opinión de la ciudadanía no fuese suficiente, nuestros ilustres políticos asisten a experimentar y conocer de primera mano las excelencias acústicas de auditorios diseñados por Yasuhisa Toyota. Y como el gasto no es suficiente, se contrata a una empresa para buscar un nombre y suponemos que para diseñar los aspectos concernientes a marketing y comunicación. Añadimos a esto los emolumentos que se vienen pagando a unos asesores desde dos años antes de la aprobación del proyecto.

El Teatro Principal dispone de 988 localidades. ¿Son acaso insuficientes? Sólo en conciertos sinfónicos y espectáculos teatrales muy puntuales se completa el total del aforo. Se va a construir un auditorio con un aforo de 1.550 localidades ¿Existe tal demanda?

La sala de vanguardia pretende acoger conciertos de menor formato, como solistas y música de cámara. El aforo previsto es de 520 personas. Actualmente, el Aula de Fundación Caja Vital puede acoger 268 espectadores, que, de momento -y tras muchos años de andadura- viene siendo más que suficiente. Cabe añadir que se ha recortado la programación de los Martes Musicales por falta de presupuesto. Por tanto: ¿está justificado duplicar el aforo para este formato de conciertos?

Recordemos en este punto que el Aula Magna del Conservatorio, con parada de tranvía (que tanto preocupa), dispone de un aforo de alrededor de 570 espectadores y una calidad acústica muy buena; pregunten si no a los entendidos. Se trata de un espacio, como tantos otros, infrautilizado, sin duda.

La que sí que estaba siempre a rebosar era la iglesia de San Pedro. Allí tenía lugar la Semana de Música Antigua, una cita musical muy demandada. Una cita que, por cierto, el pasado año no se celebró por problemas económicos, entre otros. ¿Sería el nuevo auditorio el espacio más adecuado para interpretar música medieval, renacentista y barroca? ¿No podría destinarse parte del dinero que se va a gastar en el complejo de Lakua a recuperar un evento con tantos espectadores?

Recordemos que la semana coral de Álava también ha desaparecido del ámbito cultural por problemas de financiación. ¿Para que queremos un auditorio si no traemos masas corales?

Para otro tipo de espectáculos destinados a un público numeroso, se prevé un área expositiva y de espectáculos con un aforo para 6.500 personas. ¿Pero no teníamos ya un multiusos? Su aforo es de 7.500 espectadores y, sin embargo, salvo en la Feria de La Blanca, está siempre vacío. ¿Y qué hay del pabellón Buesa Arena? ¿Se le saca jugo? ¿Se exprimen sus posibilidades?

Además de los citados, en Vitoria-Gasteiz disponemos de otros espacios culturales, como la Escuela municipal de Música Luis Aramburu (con 130 butacas), la Sala Ignacio Aldecoa (para 183 personas), la Sala Luis Ajuria, las Aulas Magnas de las facultades… y un largo etcétera. También en el caso de espacios artísticos y para exposiciones la lista es larga: Artium, Montehermoso, Sala Fundación Caja Vital, Sala Araba, Luis de Ajuria, Sala Amárica, inminentes instalaciones de Krea y otro largo etcétera.

Cuando se crean nuevos espacios, hay que llenarlos de vida y de cultura. ¿Qué papel van a jugar los teatros de la red municipal? ¿Es bueno hacer grandes colosos culturales en detrimento de la cultura que nace y se hace en nuestros barrios? ¿Cuánto se está invirtiendo en cultura de base?

Vivimos en un gran país, pero pequeño. En las otras capitales hay instalaciones con las características del BAI Center. Por suerte o por desgracia, con el TAV estaremos en 28 minutos en Bilbao, en 25 en Pamplona y en 34 en Donostia.

Nuestra ciudad dispone actualmente de estructuras suficientes como para atender sin problemas la demanda cultural existente. Es verdad que el Teatro Principal no puede atender a la demanda para el Festival Internacional de Teatro, para el de la Magia o para la Danza. Pero esto no lo va a resolver el nuevo auditorio, porque por su concepción y diseño no podrá acoger ni obras de teatro ni actuaciones de danza, zarzuela ni mucho menos ópera.

La actual coyuntura económica no es adecuada para acometer proyectos de semejante envergadura. La cultura, si bien en términos sociales es una inversión, en términos económicos es deficitaria: gestionemos mejor los actuales espacios culturales y destinemos más recursos a la cultura de base para que la demanda aumente en un futuro. Si los ciudadanos no tenemos estímulos y educación cultural, jamás demandaremos los actos para los que está proyectado el nuevo auditorio. ¿Cuánto jazz se consume durante el año en Vitoria-Gasteiz? ¿Cuánta gente se queda sin poder acceder a la escuela de música Luis Aramburu, teniendo que acudir a academias privadas?, ¿en qué condiciones está el conservatorio Municipal de Danza José Uruñuela? ¿Cuál es la aportación municipal al Taller de Artes Escénicas? ¿Cuántos/as vitorianos/as visitamos nuestra excelente red de museos?

Queridos/as dirigentes, no se aventuren ni precipiten; hagan caso a Hermann Hesse: "La práctica debería ser producto de la reflexión, no al contrario".