a mucha gente le extraña que siendo teólogo y filósofo de formación me meta en asuntos ajenos a estas disciplinas como la ecología, la política o el calentamiento global. Yo siempre respondo que hago teología pura, pero me ocupo también de otros temas justamente porque soy teólogo. La tarea del teólogo -ya lo enseñaba el mayor de todos, Tomás de Aquino, en la primera cuestión de la Summa Teológica- es estudiar a Dios y su revelación, y después todas las demás cosas a la luz de Dios (sub ratione Dei), pues Él es el principio y el fin de todo.
Por lo tanto, corresponde a la teología ocuparse también de otras cosas que no son Dios, pero haciéndolo a la luz de Dios. Lógicamente, no se trata de hablar de economía como un economista o de política como un político, sino de hablar de tales materias en la perspectiva de Dios, lo que presupone conocer previamente esas realidades de forma crítica y no ingenua. Solamente después de esta ardua labor puede el teólogo preguntarse: ¿Cómo quedan esas realidades cuando son confrontadas con Dios? ¿Cómo encajan en una visión más trascendente de la vida y de la historia?
Hacer teología no es una tarea como ir al cine o al teatro. Se trabaja con la categoría Dios, que no es un objeto tangible. Por eso no tiene ningún sentido la búsqueda de la partícula Dios en los confines de la materia o en el interior del campo Higgs. Eso supondría que Dios sería parte del mundo. De ese Dios soy ateo. Sería un pedazo del mundo y no Dios. Él es la precondición y el soporte para que esas cosas existan. Esta es la naturaleza de Dios: no ser cosa sino el Origen de las cosas. Martin Heidegger dijo que una filosofía que no se ha enfrentado a las preguntas de la teología no ha llegado plenamente a sí misma. Digo esto no como automagnificación de la teología sino como confesión de que su tarea es casi impracticable, cosa que siento día a día. Lógicamente, hay una teología que no merece este nombre porque es perezosa y renuncia a pensar en Dios. Solamente piensa lo que los otros han pensado o lo que han dicho los papas.
Mi sentimiento del mundo me dice que hoy la teología debe proclamar a gritos que tenemos que conservar la naturaleza y entrar en armonía con el universo, porque son el gran libro que Dios nos ha entregado. Ahí se encuentra lo que Dios nos quiere decir. Porque dejamos de leer este libro nos dio otro, las Escrituras, cristianas y de otros pueblos, para que reaprendiésemos a leer el libro de la naturaleza, que hoy está siendo devastada. Y con ella destruimos nuestro acceso a la revelación de Dios. Tenemos pues que hablar de la naturaleza y del mundo a la luz de Dios y de la razón.