Llevamos casi dos años sin que el Departamento de Cultura haya presentado a los sectores implicados una sola propuesta real para dar solución a las necesidades del entramado cultural de Euskadi. Escudándose en que el anterior Plan Vasco de la Cultura del Ejecutivo Ibarretxe estaba supuestamente ideologizado, con esa coartada, la consejera Blanca Urgell se ha pasado un largo año y medio reflexionando y realizando juegos malabares de comunicación para ocultar la inacción del Gobierno. Esa es su estrategia en materia cultural. Pero por si fuera poco el disimulo con el que ocultan a golpe de marketing y publicidad dicha incapacidad, el Ejecutivo López se dedica también a solicitar a los demás agentes e instituciones mayor complicidad y participación. Ahí queda eso.

Pero la versión de los hechos sitúa a cada uno en su lugar. En abril de 2010, casi un año después de la entrada del Gobierno López, el Departamento de Cultura presenta, para asombro de muchos, el denominado Contrato Ciudadano por las Culturas y hace entrega del mismo a las diputaciones forales, momento en el que se les pide hagan sus aportaciones. Basta comentar que hasta esa fecha, desde que el nuevo Gobierno tomara el mando, el Departamento no había convocado ni la Comisión Interinstitucional ni el Consejo Vasco de la Cultura. Tras insistidas peticiones, el 8 de julio de 2010 se reúne, por fin, la Comisión Interinstitucional y el 13 de diciembre de 2010 se celebra la reunión del Pleno del Consejo Vasco de la Cultura. Eso sí, previamente, la consejera ya se había ocupado de destituir a los anteriores miembros y, a dedo, había nombrado a los nuevos, haciendo caso omiso a las normas que regulan el órgano. Ese día se estableció un plazo de un mes para que sus miembros hicieran aportaciones al nuevo contrato. A mediados del pasado mes de enero, las instituciones, tal como se les había solicitado, enviaron un extenso y detallado informe donde se recogían todos sus planteamientos (recoge más de 300 aportaciones, fruto de un intenso trabajo de contraste con agentes culturales de Euskadi). Ya este pasado 8 de febrero se celebra otra reunión de la Comisión Interinstitucional y la semana siguiente, el 14, la última reunión del Pleno del Consejo Vasco de la Cultura. Así termina el largísimo periplo de reuniones de los órganos citados hasta el día de hoy.

Tras este breve recordatorio cronológico de la labor de cada una de las instituciones competentes, es sorprendente que todavía hoy algunos planteen dudas sobre quién se está mojando por la cultura de este país, aun sin tener la opción tractora del Gobierno Vasco. Los hechos corroboran que las instituciones gobernadas por el PNV siempre han estado abiertas a la colaboración. En cambio, la relación que el Gobierno Vasco y el Departamento de Cultura ha tenido para con el resto de instituciones, incluso para con los grupos parlamentarios, ha brillado por su ausencia. Y es que, hasta que el departamento de Urgell presentó el nuevo Contrato Ciudadano a las instituciones y pidió aportaciones, nada se supo de lo que el Gobierno estaba haciendo en relación al anterior Plan Vasco de la Cultura. Tampoco es lógico que el Departamento convocara a sectores culturales y sociales a reuniones informativas sobre la filosofía del nuevo Contrato Ciudadano y no tuviera la deferencia de dirigirse a los parlamentarios. Por lo tanto, la comunicación y la información de la que presume Urgell en sus continuas comparecencias son poco menos que un brindis al sol.

Mientras la cultura de este país solicita eficacia y la toma de decisiones urgentes, el Gobierno Vasco ha estado parado más de un año y medio. No sólo se solicita un Plan de Cultura acorde con las necesidades de ésta nuestra cultura vasca, sino que se exige que se tomen medidas urgentes que permitan la supervivencia de nuestro cine, nuestro medio audiovisual, la danza, el teatro y nuestra música, entre otros. El Gobierno Vasco se debiera preocupar de que exista cada vez una mayor oferta de propuestas creativas vascas y en euskera. Y para esta labor, la consejera Urgell tiene a su disposición los mecanismos idóneos para gestionar todos los procesos circunscritos al ámbito cultural. Por desgracia, el Departamento no ha prestado atención a sus propios recursos, no lo ha querido hacer o, como nos tememos, no lo sabe hacer.

Mucho ruido y pocas nueces. Eso es lo hasta ahora demostrado por el Departamento de Cultura. Simplemente pedimos que cumpla con la normativa actualmente existente en materia cultural y convoque los consejos y comisiones correspondientes, mínimo, lo que marca la regulación, algo que hasta ahora no ha hecho. Simplemente pedimos que el Departamento se ponga manos a la obra y deje a un lado la desidia hasta ahora imperante. Simplemente pedimos un poco de rigor y eficacia. Simplemente pedimos acción de gobierno y buena gobernanza, también en lo que a la cultura de este país respecta. Menos publicitar y más trabajar.