EL nuevo incremento de personas inscritas en las listas del desempleo en la CAV -2.338 parados más en febrero, 331 de ellos en Álava, y un preocupante crecimiento del 24,6%- evidencia la necesidad de activar políticas estructurales ante las que Euskadi arrastra ya año y medio de retraso. Si en enero el número de parados respecto al mismo mes del año anterior se había incrementado en 7.431 personas, ahora aún ha crecido en 882 personas más y supera por cuarto mes consecutivo el incremento del desempleo en el Estado español, situando el paro que afecta a la población activa vasca en su cifra más negativa del siglo. Las previsiones económicas y de creación de empleo del Gobierno López -en setiembre de 2009 el anunció la creación de 10.000 nuevos puestos de trabajo- durante esta primera mitad de legislatura han resultado de todo punto erróneas. La mera traslación o adecuación de los programas estatales como único proyecto para hacer frente a la crisis económica y sus consecuencias sociales se ha traducido precisamente en efectos similares a los que ya venía sufriendo la economía española, la más que preocupante y mantenida propensión a la destrucción de empleo que en Euskadi se ha traducido en una terrible realidad: más de uno de cada diez vascos en edad laboral se encuentra en paro. Ahora bien, la dramática situación de 145.456 personas -22.247 alaveses entre ellos- obliga a exigir del Gobierno Vasco la diligencia que no ha mostrado hasta ahora para promover e implementar políticas que no sólo fomenten la creación de empleo, sino que incrementen la seguridad de los ya existentes, con un especial énfasis en los grupos -como jóvenes y mujeres- más castigados por el paro. Reclama también evitar medidas parciales y de tinte populista o electoral como el sorteo de cheques de compra para fomentar el consumo, cuando es precisamente el comercio minorista uno de los sectores más azotados por el incremento del desempleo. Y demanda asimismo de quien tiene la responsabilidad de gobernar -tal y como reclaman patronal y sindicatos- la puesta en marcha de las reformas estructurales pendientes y el diseño de un horizonte claro más allá de la pretensión de escudarse en una mejoría de la situación industrial por el efecto tractor de los mercados francés o alemán.