menudo marrón el de la exalcaldesa de Lasarte-Oria Ana Urchueguía, del partido socialista, y la danza de millones que, según las informaciones publicadas hasta ahora, le habrían permitido comprar una fabulosa finca en Nicaragua (un millón de metros cuadrados) con la cobertura de distintas ONG y con dineros procedentes de no sé qué bailes oficiales o propios, que algún origen tendrán.

Marrón para ella que va a tener que explicar muchas cosas, con y sin abogados, y marrón para las ONG que, en general, salen dañadas de éstas y otras noticias parecidas, dado que no son pocas las que están bajo sospecha permanente, cosa de la que no se habla nunca. ¿Estará haciendo la Urchueguía negocios en Chile y en Perú, donde representa de manera oficial al Gobierno Vasco socialista? ¿Ha ido en realidad allí a hacer negocios? ¿Por cuenta propia o ajena? ¿Quién paga sus pasajes de ida y vuelta para asistir a los plenos municipales de Lasarte? ¿A cuánto asciende el monto de ese beneficio extraordinario? ¿Es lo propio de los políticos hacer negocios que les aseguren el bienestar una vez se retiran de la empresa de la cosa pública? ¿Tiene o no tiene la terrateniente una ganadería con marca propia conseguida en el marco de su militancia política socialista? Algo tendrá que decir Patxi López de esta trapisonda. ¿O no?

Me gustaría saber con certeza si el ejercicio del poder es algo que se sube a la cabeza sin remedio, porque al menos lo parece, y si va por fuerza acompañado de esa embriaguez del intocable, de esa arrogancia, de ese sentimiento de impunidad, de no tener que responder ante nadie ni ante nada. Ejemplar esta Urchueguía, ejemplar.

También me gustaría saber si, indefectiblemente, la función pública conduce al enriquecimiento de sus devotos servidores, amantes siempre de las grandes palabras, los discursos ampulosos, y si eso no tiene remedio alguno.

Y si toda la información facilitada sobre la terrateniente Urchueguía es falsa, ¿cuál es la explicación convincente de los hechos? ¿La tiene o necesita cobertura política y hasta judicial del PSE? ¿Calumnia que algo queda también aquí o una elemental exigencia de transparencia política que nadie en el poder parece estar dispuesto a facilitar? ¿Es falsa su inscripción de propiedad debidamente certificada que se publica? Es posible que esa avispada mujer de negocios tenga muchas cosas que explicar que no va a explicar, de esto estoy convencido. Ojalá me equivoque.

Hay rasgados de vestiduras que recuerdan al apólogo aquel protagonizado por la víctima de un robo que al salir corriendo, detrás de quien le ha despojado, al grito de "¡Al ladrón, al ladrón!" es llevado a los tribunales por difamación.