lA reivindicación de la plena legalización del nuevo partido de la izquierda abertzale, Sortu, recibió el sábado un apoyo masivo y plural al congregar a decenas de miles de personas en las calles de Bilbao. La marcha, silenciosa y multitudinaria, supone sin duda un toque de atención a los poderes del Estado español, desde el Gobierno de Zapatero a la judicatura, para que tengan en cuenta una reivindicación mayoritaria en la ciudadanía vasca como es que todas las opciones políticas, y en este caso la de la izquierda abertzale, puedan, como expresión de la pluralidad de la sociedad, tener la oportunidad de la participación política y, como máxima expresión, concurrir a las elecciones en igualdad de condiciones. Una demanda profundamente democrática que va más allá -o debería ir- de partidismos y de juegos políticos a corto plazo. La masiva presencia de manifestantes en las calles en exigencia de una demanda justa, sin embargo, no puede ocultar que la gestión de la marcha (el PNV ni siquiera había sido invitado) y su propio lema -Bakerantz, legalizazioa (Hacia la paz, legalización)- no han sido la mejor carta de presentación de las nuevas formas que se presuponen a la izquierda abertzale. Ese lema, en el que se liga directamente la legalización con la paz, no es ni el más acertado ni muestra el espíritu que debe guiar una reivindicación de justicia y plenamente democrática. Otra cosa es que la esperanza de paz anime a muchos como para acompañar a quienes deben hacer aún un recorrido que sólo a ellos les corresponde; no conviene, por tanto, confundir a la ciudadanía. Tampoco contribuye a aclarar las cosas el ruido mediático y político en torno a la legalización de Sortu, con interpretaciones interesadas, exclusivamente políticas, sin ningún valor jurídico, y con un Gobierno atenazado por un PP que no le da margen de maniobra ni sabe buscarla. Y tampoco aporta mucho la actitud del Ejecutivo de Patxi López, quien no se decide a liderar una situación que requiere de movimientos valientes y de audacia sin olvidar en ningún momento la necesaria prudencia. Es la prueba de que a López le falta una hoja de ruta, incluso pese a que miembros de su propio partido como el mismo presidente, Jesús Eguiguren, le demandan que dé pasos adelante.