¿Estamos tan cerca como parece del límite en el que el ser humano abandona la razón y se entrega a los sentimientos? ¿Puede que los representantes del sistema de jerarquías, de respetos debidos, hayan abusado tanto de la manipulación, de la mentira y del nepotismo que el rencor y el odio generado empieza a volverse contra ellos buscando la venganza, el ojo por ojo y diente por diente? ¿Ha llegado la era en la que la temible violencia soberana dominará las estructuras sociales y políticas y juzgará a los que considera culpables del desamparo, de la miseria, del hambre?

El norte de África y los países árabes buscan su libertad. Pueblos bajo el yugo de falsas democracias, de totalitarismos escondidos tras repúblicas de papel y monarquías autoritarias, comienzan a alzar su voz contra la opresión. Primero fueron los saharauis, piedras del desierto contra las pistolas al servicio de Mohamed VI, los que osaron reclamar sus derechos, olvidados ahora en pos de un acuerdo de pesca. Después los tunecinos, que no están dispuestos a deprimirse hasta la muerte, mientras la cobarde casta política continúa enriqueciéndose. Detrás los argelinos, deseosos de conseguir la democracia y la libertad necesarias para poder luchar por su supervivencia. Y tras éstos, quién sabe si se producirá el anhelado efecto dominó o la fuerza de los fusiles apagará cualquier intento por alcanzar la dignidad, ahogando en sangre las revoluciones que se presienten próximas.

Ocurra lo que ocurra, la política como la entendemos hasta ahora y en las manos de los políticos que la manejan en la actualidad está provocando la destrucción del sistema. El gobernado ya no ve en el gobernante el instrumento que le debe conducir hacia el bienestar. Es el obstáculo que hay que superar para lograr el pan y el trabajo.

Una revolución en el pensamiento que ha comenzado en el Magreb se contagiará socialmente en todo el mundo árabe y, que nadie lo dude, llegará a Europa. Los pueblos contra aquéllos que controlan e imponen el sistema, contra los que crean la necesidad para beneficiarse de ella. Para bien o para mal, vienen tiempos revueltos.