Hace pocos días tuve que visitar el hospital Txagorritxu para ser sometido a una exploración. Afortunadamente, he tenido que frecuentar pocas veces los centros sanitarios. Esta vez entré con los habituales miedos que a todos nos envuelven cuando tenemos delante de nosotros batas blancas o azules. Algo normal al enfrentarnos a situaciones delicadas relacionadas con la salud. Pero si entré a Txagorritxu con las consabidas reservas, tengo que decir que salí muy satisfecho por dos motivos fundamentales: primero, por la profesionalidad demostrada de las personas que me atendieron y, tan importante o más, por el buen ambiente laboral que se respiraba allí y que, sin duda, se transmite al paciente y así es percibido por éste.

La atención hospitalaria es una suma de buen hacer profesional y del trato cariñoso y cercano al paciente, un parámetro de salud éste difícil de cuantificar pero real como la vida misma. Por todo ello, doy las gracias a Txagorritxu, que, en mi caso al menos, supo aunar ambas aptitudes y ofrecerme un servicio sobresaliente.