don Carlos Abaitua y Lázpita falleció el domingo a los 89 años. Nacido en la localidad vizcaína de Bérriz, sacerdote de la Diócesis de Vitoria desde 1946, doctor en Teología con un trabajo sobre La doctrina de la libertad política en el magisterio de León XIII en 1964 y hasta su jubilación, profesor de la Facultad de Teología de Vitoria. Su campo de estudio siempre se ha movido cerca de la doctrina social de la Iglesia.

Carlos ha sido un estudioso extraordinario, pero no ha orientado su estudio a la publicación, sino al compromiso de la pastoral social de la fe con los problemas de la gente con una clara intención de servir y apoyar a los grupos humanos más débiles en cada momento. De esto pueden hablar mucho más otros que yo, como Fernando Gonzalo-Bilbao o el propio José Ángel Cuerda. Y pienso también en hombres y mujeres de Adurza o Errrekaleor. En concreto, Abaitua impulsó en primera fila la construcción de viviendas en estos barrios asequibles para los trabajadores que acceden a la Vitoria que se industrializa, además de su centro social, embrión de los modernos Centros Cívicos. En los centros sociales de estos barrios se forma, se informa, se organiza y se une la gente. También fundó en Adurza una residencia para los jóvenes que venían a la ciudad en busca de trabajo y no contaban con familia donde hospedarse y puso en marcha un comedor social.

En torno a don Carlos, que siempre trabajaba en equipo, se formaron hombres y mujeres que impulsaron los barrios de forma generosa y creció el número de ciudadanos que se formaron en la democracia, los derechos humanos, los derechos laborales, los sistemas sociales, la vida política, la honestidad personal y la fe cristiana. Como Ricardo Alberdi, Rafael Belda o José María Setién, educaron en la democracia política y en una fe con moral de la justicia social.

Carlos Abaitua orientó su vida cuando ronda los 75 años a erigir en la antigua Residencia Obrera de Adurza, en un edificio de nueva planta, una residencia para enfermos psíquicos y la Fundación benéfico-social Hogar Alavés y en torno a ella un voluntariado social de primera.

Reflexivo y estudioso, profundo y con una capacidad de gestión envidiable, de gran fe y espiritualidad cristianas, y sin embargo sin ostentación clerical de ellas. Exigente en los compromisos y capaz de esperar y disculpar el fallo ajeno; claro en la denuncia social y eclesial y, a la vez, maduro y fiel a la Iglesia y a la sociedad.

Todo un hombre de este pueblo, un sacerdote, un cristiano, que con mil dones los puso al servicio de la justicia social, y halló en la fe en Jesucristo una motivación definitiva para perseverar. Vitoria-Gasteiz se lo agradece. Descanse en paz.

José Ignacio Calleja

Profesor de la Facultad de Teología de Vitoria-Gasteiz