por Mikel Basabe (*)
lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. Así que hay que hacer retroactivo el aprendizaje del euskera, no vaya a ser que te arrepientas de haberlo estudiado en la escuela o como pecado de juventud, y luego no puedas olvidarlo. Junto a ello, también hay que montar un nuevo modelo (Modelo 0 es mi sugerencia) para el sistema educativo vasco. Un modelo en el que se garantice que los alumnos no van a estudiar -y mucho menos aprender- cualquier idioma que no sea el castellano. ¿Tienen acaso los infantes y púberes total capacidad para elegir lo que más les conviene? Y, si no es así, ¿por qué hay que obligarles a estudiar inglés y, si se descuidan, incluso a aprenderlo? Porque resultan que van, aprenden inglés, y luego se les cierran las puertas de, por ejemplo, el Consejo Asesor del Euskera.
Viene ello a cuento de una proposición no de ley recientemente registrada en el Parlamento Vasco por UPyD, en la que se solicita que el Gobierno Vasco elija otro Consejo Asesor del Euskera, asegurándose esta vez de que "se garantice que, entre los vocales nombrados por la Consejera de Cultura de entre personalidades de reconocido prestigio para formar parte del Pleno del Consejo Asesor del Euskera, haya al menos tanto monolingües en castellano como bilingües".
Cuando leí la propuesta, el primer sentimiento que tuve fue de pena: aquellos que no sean ni monolingües en castellano ni bilingües no pueden ser miembros del Consejo Asesor del Euskera. Y como es difícil disimular la licenciatura en filología de un idioma extranjero, supongo que eso me descarta de la lista de candidatos para el consejo asesor. Acto seguido pensé que, teniendo en cuenta que todos los actuales componentes del consejo asesor saben tanto euskera como castellano, habrá que preguntarles si saben algún otro idioma. ¡Dejarían de ser bilingües! Esto les descalificaría automáticamente para participar en "un órgano de encuentro, que tendrá por objeto estudiar, canalizar y coordinar los esfuerzos y las actividades de las diversas instituciones, en lo referente a la aplicación y desarrollo de esta ley", como reza el artículo 29 de la Ley 10/1982 de normalización del uso del euskera. Imagínense ustedes que alguno sabe latín; a saber qué perfidias propondría?
El segundo pensamiento fue lo pintoresco que sería un consejo asesor del euskera compuesto exclusivamente por monolingües castellanos y personas bilingües que, además de castellano, supieran cualquier otro idioma que no fuera el euskera. Nos podríamos encontrar, por tanto, con un consejo asesor del euskera en el que nadie supiera hablar dicho idioma.
La tercera cuestión sería cómo elegir a los monolingües castellanos. ¿Se tendría que fiar la consejera de Cultura de la palabra que le dieran los candidatos, o tendría que hacer alguna comprobación extra para asegurarse para comprobar fehacientemente de que ninguno de ellos habla ningún idioma que no sea el castellano? Podría no ser tarea fácil, toda vez que entre las personalidades de reconocido prestigio que cita la proposición no de ley será cada vez más difícil encontrar personas monolingües, que sólo sepan hablar castellano. Por no hablar de la idoneidad de dicho requisito: ¿qué mérito extra aporta el hecho de saber sólo un idioma para ser mejor candidato a un consejo asesor sobre materia lingüística?
Una vez más, va a tener razón Anjel Lertxundi y Euskaltzaindia terminará acuñando el término elefobia. Sólo desde esa posición puede entenderse un planteamiento que entraría de lleno en el esperpento.