WILD Kidd no tardó en ponerse en marcha cuando llegó a sus oídos la noticia. El ataque de una banda de chiricahuas al poblado de la colina había corrido como la pólvora por la llanada. Estaba seguro de que alguien le buscaría para resolver el problema. Siempre buscan a Wild Kidd. Sabe lo que hay que hacer: soluciones rápidas, recompensa rápida. Cabalgó durante horas. Pasó la noche con un buhonero que le contó la historia del altercado con detalles que no conocía. Bebieron y fumaron hasta bien entrada la madrugada. Al amanecer se separaron, y antes de cruzar el río que lleva al poblado se encontró con un grupo de niños que, al verle, corearon su nombre. "¡Es Wild Kidd! ¡El rápido! ¡El mejor! ¡Oh, Wild! ¿Vienes a salvarnos?". Los niños también le refirieron la batalla. Cientos de indios armados hasta los dientes. No encajaba con lo que le habían contado antes de ponerse en marcha. Tampoco con los detalles que le había dado el buhonero. Siguió cabalgando hasta avistar la colina. El poblado se extendía por las laderas. Un sitio tranquilo, como otros muchos de sus alrededores, con sus mil problemas, donde la gente vive y trabaja. Hasta que alguien necesita a Wild Kidd. Siempre hay alguien que necesita a Wild Kidd. Cuando el sheriff no sabe lo que hay que hacer, llega Wild Kidd. Trotó por las calles, mostrándose. Todos le observaban, pero nadie le paró. Nadie le saludó. Nadie le contrató. Dejó atrás el poblado. Y siguió cabalgando en busca de un lugar con más guerras que el poblado de la colina. Una ciudad sin ley que de verdad necesite a Wild Kidd. Aquí no.
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