Estos días está siendo noticia el centro educativo Ramón Bajo, sito en Vitoria. Junto a otras iniciativas encaminadas a enderezar la degradación que sufre el colegio (como el Casco Antiguo en donde está ubicado), la AMPA ha propuesto, con objeto de evitar toda connotación negativa, que el nombre de Ramón Bajo sea sustituido por otro. Opino que pensar que esa medida puede tener eficacia es cuando menos una ingenuidad, por no decir un brindis al sol.
En este sentido, es de agradecer el artículo Ramón Bajo y la Academia de Vitoria, publicado el pasado 17 de enero en DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA por Fernando y Antón Bajo, quienes con ecuanimidad y clarividente pluma reivindican el buen hacer de su antepasado en la educación y docencia de muchas generaciones. Quizás algún día si esa iniciativa prospera y vemos el nuevo nombre que se da al colegio, podamos saber algo más sobre las intenciones de quienes provocaron el cambio de nomenclatura.
Hoy día son frecuentes los cambios de nombres en múltiples ocasiones, pero la experiencia demuestra que ello no sirve para que el fundamento de personas y servicios adquieran nuevos aires. Sí que podemos ver alguna industria y comercio que con un nuevo nombre ha empezado una mejor singladura, pero ello no ha sido la base, han sido las nuevas aportaciones de capital, los cambios en la dirección o nueva maquinaria.
Esperemos que este Ayuntamiento no cometa la decepcionante permuta de cambio en el colegio Ramón Bajo y siga manteniendo su nombre, acometiendo otras reformas y cambios mucho más importantes pero que hablan de números y no de letras. A este paso cualquier día nos encontramos que de alguna calle que lleva demasiado tiempo en la incuria municipal, alguien solicita de la Corporación se cambie el nombre como podía ser el caso de Manuel Iradier, ya que sería de alguna forma positivo para que dicha vía adquiriese más prestancia.