Me tiene contenta el portavoz de la Conferencia Episcopal, señor Juan Antonio Martínez Camino. Luego he decidido que en el pecado está la penitencia, vamos, que en la simpleza y demagogia de su análisis se reboza él solito. Sostiene el señor Martínez Camino que un matrimonio civil "es más leve que contratar un móvil". Un inciso: sé de un caso de un difunto al que su compañía de telefonía le ha obligado a cumplir la permanencia de su contrato, así que ríete tú de la levedad. Sigo. Obviamente, el señor Martínez Camino barre para casa y para explicar que en las estadísticas los civiles vayan superando a los religiosos argumenta que, claro, el matrimonio civil "se puede repetir cada tres meses". Añadiría más, apurando apurando seguro que te puedes casar una vez al mes a nada que te curres una separación de bienes y no haya niños de por medio. Ésa es otra, el matrimonio civil resulta que forma parte de esas políticas hostiles a la familia... y a la vida. Me casé por lo civil y ni soy hostil a la vida ni me he casado 12 veces en los últimos tres años. Yo hice lo que hice, igual que muchos otros, por respeto a la fe que usted dice profesar y a la Iglesia que dice defender. Porque he visto bodas, de ésas que usted celebra como el súmmum del compromiso, que son más bien pomposos actos de recolección de fondos o fantásticos paripés para complacer al padre/madre de turno. Así que menos lecciones de moralidad y un poco más de humildad a la hora de juzgar al prójimo, que a fuerza de insultar a diestro y siniestro, se van a acabar quedando solos.