Este mundo siempre ha estado controlado por intereses ajenos, sirviéndose para ello, según las épocas, de la fuerza, la ignorancia, el miedo o el dinero. Nos encontramos en este último punto; el dinero ha sido capaz de acallar conciencias, ideales y sueños. Todo nos vale si nos dejan como estamos, poco importa que nos suban los impuestos, la gasolina, el pan, la luz, nos quiten el trabajo o prohíban que fumemos... mientras no nos toque.

A veces me pregunto qué ha pasado con la solidaridad o dónde están aquellas voces que gritaban contra lo que olía a injusto con las manos en alto. Pero mientras las manos sigan metidas en los bolsillos, siempre habrá quien dé una vuelta más a la tuerca.

Ahora les toca a los jubilados. Que no sean los ancianos los que paguen nuestras consecuencias; ellos ya pelearon, sí gritaron las injusticias laborales, ¿por qué tienen ahora que pagar nuestro escandaloso silencio? Ahora no podemos darles la espalda. Gracias, a ellos somos lo que somos y tenemos lo que tenemos. Gracias a ellos que pelearon para que sus derechos fueran los nuestros. ¿Nosotros no vamos a hacer nada para impedir que les quiten lo que consiguieron en aquellas tardes tan grises a golpe de dignidad y de esfuerzo?

Hay un sector que sí es susceptible de recorte salarial. No importa quién esté en el gobierno, mañana estarán otros y se olvidarán de los favores que les auparon al trono. Es de justicia que los políticos tengan un salario, pero ¿por qué tan desorbitado?

No podemos seguir permitiendo departamentos nuevos para cada uno que deja su puesto. A vivir como todo el mundo, a jubilarse con 67 años; tal vez nos lo agradezcan, no es bueno chupar tanto, al final algo se les acabará atrofiando por no usarlo. No hablo ya de hacer otra huelga, no están los sueldos para ruidos, pero alguien tendrá la idea de que no votemos.