En la actualidad política, y en lo que respecta a Euskal Herria, es innegable el esfuerzo que se está haciendo para dar solución al conflicto vasco. Los pasos que la izquierda aber- tzale ha dado a lo largo de estas últimas semanas condenando cualquier tipo de violencia y apostando únicamente por vías políticas, deberían haber tenido un carácter histórico. Digo deberían porque realmente no lo han tenido. ¿Por qué? Por la respuesta que han recibido por parte del Gobierno español.

Si la izquierda abertzale condena todo tipo de violencia, se le pide que apoye a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Si ETA da un comunicado de tregua, se les pide que sea permanente. Si vuelven a dar otro, y permanente, se les pide que entreguen las armas? Cualquier gobierno debería prestarse a solucionar un conflicto que tantas víctimas ha causado (tanto víctimas de ETA como víctimas de la represión del Gobierno). Pero eso aquí no ocurre, no, y cualquier paso adelante es respondido con represión, detenciones y más represión.

El Gobierno tiene miedo de que se le acabe el viejo cuento, tiene miedo de una solución, resumiendo, tiene miedo de que se le acabe el txollo. Porque para ellos, más que un problema parece que es una herramienta con la que manipular a la opinión pública, una herramienta con la que jugar a ser el más duro. Si ETA declara un alto al fuego permanente, verificable y de carácter general, si la izquierda abertzale apuesta únicamente por vías políticas, si se empieza a construir un marco sólido, el Gobierno se caga y responde como ha hecho estos últimos días. Deteniendo a jóvenes que realizan una labor política y en muchas ocasiones incomunicándolos, se pone en marcha una rueda que nunca acaba. Lo que está claro es que para buscar una solución hace falta voluntad por las dos partes. Una ya lo ha demostrado, ahora le toca al Gobierno.