Cuando la Diputación burgalesa afirma que el txakoli es tan burgalés como lo es vasco, me vienen a la memoria veranos de la infancia pasados en el pueblo burgalés de Espinosa de los Monteros. Corrían los años 70 y el franquismo daba los últimos coletazos pero ello no impedía a cierta gente mostrar su sentimiento antivasquista a la más mínima oportunidad. El cura de la iglesia (que por cierto aún tiene en su fachada los símbolos franquistas del yugo y las flechas) el día de San Ignacio, antes de finalizar la misa se metía a la sacristía mientras los vascos cantábamos en euskera el Himno de San Ignacio de Loyola y volvía a salir cuando habíamos terminado. Es muy sospechoso que el mismo territorio en el que no hace tanto tiempo se podía despreciar sin tapujos lo vasco, ahora quiere bañarse en la gloria de su vecino. El txakoli es vasco. Que nadie acepte imitaciones.