hungría ha asumido la presidencia de la Unión Europea en el primer semestre del 2011 con un ambicioso programa de centro europeísmo tanto político como económico y un conflicto democrático en el seno de la Unión: la nueva Ley de Prensa.

El que Budapest haga hincapié en los problemas y ambiciones de la parte oriental de la UE no es sólo un arrimar el ascua a su sardina, sino una medida de equilibrio político dentro del bloque, dirigido por las naciones ricas de la parte occidental desde que la Europa unida nació como el Mercado Común Europeo de seis naciones (Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo) a mediados del siglo pasado. Durante la presidencia magiar se intentará promover tanto un espacio económico danubiano, como el de un área de desarrollo centroeuropeo desde el Báltico hasta el Adriático.

Es evidente que Hungría ocupa un lugar estratégico en ambos proyectos, pero además el éxito de ambas iniciativas consagraría la política de buena vecindad iniciada por Budapest hace dos legislaturas. Esta nueva faceta de la política exterior magiar ha conseguido incluso que su vecino más incómodo, Rumania -donde vive el mayor contingente de oriundos magiares-, acepte sin mayores complicaciones que Budapest conceda la doble nacionalidad a los húngaros de la diáspora. Tan sólo las relaciones con Eslovaquia, país que estuvo muchos siglos sometido a la corona magiar, se desarrollan con unas tensiones étnicas y políticas muy decepcionantes para Budapest.

El programa de cooperación danubiana significa una mayor implicación de la economía alemana en el este de la Unión y, en cierto modo, prepara las futuras ampliaciones de la UE hacia el sureste ya que la gran arteria fluvial es elemento básico para Bosnia, Croacia y Serbia que aspiran a ingresar cuanto antes en la UE, siendo casi seguro que Croacia sea la primera de las tres en conseguirlo.

Y si el eje este-oeste de desarrollo va a caballo sobre el Danubio, la potenciación del mercado de la Europa centro-oriental también tiene a la nación magiar como punto estratégico? aunque el proyecto sea irrealizable en los pocos meses de una presidencia comunitaria.

Esto no inquieta en absoluto en Budapest. Primero, porque a la presidencia húngara seguirá la polaca (la nación mayor y más rica de las incorporadas con la ampliación al Este de la UE) y Varsovia tiene tanto o más interés que los magiares en el desarrollo de esta zona comunitaria. Además, en cuanto las grandes potencias comunitarias acaben de salir de la crisis económica actual, el mercado consumidor más próximo y expansivo será justamente esta parte centro-oriental de la UE que absorberá no sólo gran cantidad de bienes de consumo para alcanzar el promedio del nivel de vida comunitario, sino que, sobre todo, absorberá un contingente muy importante de equipamientos y bienes de producción. Todos los estudios de mercado señalan que el mayor crecimiento económico en el continente se producirá -una vez superada la crisis- justamente en las naciones europeas que estuvieron estrechamente vinculadas al bloque económico de la desaparecida Unión Soviética. Claro que antes de poner en marcha sus macroproyectos comunitarios, el Gobierno húngaro se ha llevado ya un rapapolvo de la UE: la reciente Ley de Prensa, redactada y promulgada por el Gobierno de Victor Orbán, en un evidente intento de ocultar sus abusos y acallar a la oposición. La mordaza periodística es tan burda que Orbán acabó prometiendo que si las críticas de Bruselas son justificadas, su Gobierno no tendrá inconveniente alguno en modificar la ley.