Es difícil exagerar la importancia del movimiento popular en Túnez, creciente en todo el país a pesar de tantos muertos y concesiones de la dictadura, desde la destitución del ministro del Interior hasta la promesa del dictador de no presentarse a las próximas elecciones (¡!). Esta rebelión, originada por la desesperación económica, que llevó hasta el suicidio al universitario a quien la Policía destruyó incluso su puesto callejero de verduras, denuncia cada vez más las raíces de tan desastrosa situación: la corrupción y ausencia de libertades.

Es hora ya de que expresemos, por los distintos medios a nuestro alcance, nuestra solidaridad con ese pueblo tan, tan cercano a nosotros, al que nos unen tantos lazos de sangre y de historia, víctimas, como nosotros, de distintas colonizaciones, del Norte, del Sur, de Oriente, y últimamente de Occidente, que han conseguido en parte hacernos olvidar y hasta renegar de nuestro estrecho parentesco, tan natural entre tan próximos vecinos.