EL comunicado del 8-1-11 no es el deseable para un alto el fuego de ETA pero sí es el comunicado esperable de una organización no destruida -aunque muy tocada militarmente- agotada políticamente y dañina para una corriente de izquierda abertzale histórica que mantiene unas bases sociales incólumes, a pesar de la larga ilegalización de su estructura política organizativa.
El comunicado lleva la misma fecha de la manifestación realizada en Bilbao. Ojalá ambos hechos -manifestación y alto el fuego- fueran el anuncio del pase del testigo del liderazgo de una organización armada en quiebra a una fuerza política que tome las riendas definitivas porque tendría fuerza, legitimidad y proyecto.
La hipótesis del azucarillo -esperar que ETA, sin más, se rinda, disuelva, entregue las armas y además pida perdón- no responde al mundo real sino al deseo de quienes no quieren acabar con el problema y pretenden finiquitar al nacionalismo radical en su conjunto, sin importarles el dolor y la viabilidad de un país. Pero además es una tontería. Con un comunicado imposible de esas características no le quedaría a ETA nada para dialogar. Y a la izquierda abertzale ningún rol político. Por definición, las organizaciones armadas no se suicidan conscientemente ni dejan a sus presos colgados.
Es un comunicado unilateral y suficiente para empezar a abrir un proceso de paz y de pacificación porque se compromete a un alto el fuego permanente, general y verificable. Era lo que se le pedía desde los foros por el diálogo, incluidos los de Bruselas y Gernika. Ha cumplido.
Da margen para abrir procesos de diálogo técnico con el Estado a efectos de las secuelas de la violencia siempre que los observadores internacionales vean cumplida una agenda de requisitos. Otra cosa es que el Gobierno español lo quiera. También da margen para que las fuerzas políticas vascas, en la medida que el proceso sea irreversible, se planteen diálogos sobre las salidas políticas en claves de democratización del país y de ejercicio del derecho de decisión que, al parecer, la presencia de ETA impedía. Dará, también, la oportunidad de que se vean caras y caretas de quienes han utilizado a ETA como excusa de su falta de compromiso con la democracia y con la nación vasca.
Suficiente sí pero no era el deseable. Aparece como un alto el fuego no definitivo y sin garantías de final feliz. No aparece como irreversible. El comunicado se guarda ases innecesarios en la manga. Dice cuál y cómo debe ser el proceso. Si éste se desviara se entiende, implícitamente que se reservan, de nuevo, la vuelta atrás. De todos modos, no necesariamente hay que leer la primera parte del comunicado como unas condiciones que ponen al proceso, puesto que sólo dice cómo lo ve ETA. Pero sí aparecen esos párrafos como reservas para una eventual vuelta atrás, lo que le da el carácter de proceso inquietantemente tutelado, especialmente cuando dice que "debe resolver las claves de territorialidad y el derecho de autodeterminación". Esa expresión puede interpretarse, o no, como la vuelta a la fórmula imposible que rompió el preacuerdo de Loiola y que, de nuevo y lamentablemente, la izquierda abertzale de Navarra ha resucitado en su comunicado de 29-12-2010, cuando le propone a Aralar que "se creará un órgano institucional que elaborará un estatuto de autonomía para los territorios de Araba, Gipuzkoa, Bizkaia y Nafarroa". O sea, dan el problema a resolver por resuelto y mediante magia que se salta las mayorías navarras. ¿Si no se acepta ese listón se acabó el proceso como en diciembre de 2006?
Ya es una mera impresión que tenga el aspecto de forzado por su propia corriente sociopolítica que se encuentra en condiciones difíciles de participación política. Parece que ETA no se termine de creer del todo la apertura ahora del proceso; y de nuevo estaríamos al albur de otras posibles mayorías en la cúpula dentro de unos meses. En sucesivos comunicados deberían despejar ésta y otras cuestiones. Tampoco extrañaría que el documento fuera el equilibrio de una negociación interna de convencidos, resignados y reacios obligados. Eso no da confianza.
Inaugura un proceso inédito: un diálogo mediante intermediarios, no directo, de pasos verificables. Quebrada la vía de las dos mesas -una de negociación técnica (Gobierno-ETA) y otra de negociación política (entre fuerzas vascas), en la que la primera mesa interfirió y arruinó la segunda- se abre un proceso con el protagonismo de unos observadores internacionales que han de tener la inteligencia de entender el proceso, leer en los límites de cada parte y ser propositivos. Todo ello lo convierte en un proceso dilatado.
Vistas las reacciones, no parece que este comunicado, si no va seguido de otros, le mueva al Gobierno y Fiscalía a autorizar listas de la izquierda abertzale lo que descarta que el motivo de la tregua sea ese sino más bien un proceso a más plazo. De todos modos uno no se imagina a un PP triunfante dentro de un año y pico dándole alas a un proceso de pacificación que no sea arrasador. Hay cierta prisa.
El Gobierno español puede hacer dos cosas: una ningunearlo y, vista la inutilidad del alto el fuego, que ETA dentro de un año vuelva a la lucha armada con el consiguiente fracaso de Pilatos, de todos y de la oportunidad; y otra que, con mano izquierda, canalice un problema endémico y nos quite de encima esta losa que lastra nuestra construcción política como país. De paso, si el tándem Zapatero- Rubalcaba lo hiciera bien, podría exhibir ante su oponente electoral, que hoy ya le gana por goleada, un resultado pacificador satisfactorio, incluso ante la opinión pública española.
Y para empezar, ¿qué hace Otegi en la cárcel? Todo lo que fortalezca a la izquierda abertzale política elimina la funcionalidad de ETA. ¡A ver si ésta va a ser la buena?!