Siempre he defendido la idea de que todos somos prescindibles y sustituibles y, sin embargo, me cuesta pensar en un Museo Vasco del Ferrocarril sin Juanjo dirigiéndolo y trasteando entre las locomotoras de vapor. Creo que podríamos decir que ésta es la excepción que confirma la regla.

No acierto a entender cual es la razón por la que El Museo Vasco del Ferrocarril, que es referente no solo en el Estado sino que su bien merecida fama traspasa nuestras fronteras, tiene que cambiar de dirección. Juanjo no sólo ha estado desde el principio en la génesis del museo, sino que le ha dedicado su saber, su tiempo, su entusiasmo y el de su mujer Mercedes muy por encima de lo que su contrato laboral le exigía y tengo la certeza que nadie como él lo puede dirigir.

Espero que se dé marcha atrás a esta medida que parece ha tomado la Consejería de Transportes del Gobierno Vasco. Lo contrario sería un despropósito más en lo que es la historia de los ferrocarriles de este país y de eso sé lo suficiente como para recomendar a las personas que tienen que tomar esa decisión, sopesen bien la valía de la persona a la que pretenden sustituir.

Si las personas que cerraron muchas de nuestras líneas de ferrocarril, escudándose en parámetros económicos, hubieran tenido más en cuenta, lo mucho que costó ponerlas en funcionamiento y hubieran comprendido que la gran riqueza que tenían esos ferrocarriles era su personal, que a pesar de unas condiciones duras de trabajo estaban completamente entregados a sus queridos trenes. Esto mismo pasa con Juanjo y permítanme la licencia "su museo".

Tengo confianza en que prime la cordura y la situación se reconduzca para la tranquilidad de todos aquellos que amamos el ferrocarril.