Acabamos de despedir, multitudinariamente, a un político que ha dejado una imagen impecable como persona dedicada al servicio de la sociedad; Sabin Intxaurraga ha dejado patentes sus condiciones democráticas, abertzalismo radical, honestidad y buen hacer, destacando con todo ello entre una clase política cada vez más desprestigiada.

Personalmente, quiero subrayar su categoría humana. Desde mis diversas actividades sociales he sido testigo de cómo alguien como Sabin jamás se colocó en la peana del poder para llegar al trato directo con quien demandaba su intervención, circunstancia muy habitual en demasiados servidores públicos que huían de cualquier compromiso. Sabin no sólo te atendía, sino que lo hacía desde el más acendrado humanismo.

Así quedó demostrado el miércoles en el funeral de Zeanuri, su pueblo natal. Todos los partidos políticos, sindicatos, asociaciones diversas y el pueblo llano llenamos la amplitud del templo, en oración compartida para que Jaingoikoa lo acoja en su seno.

El pasado 9 de noviembre comíamos en el Alkartetxe a la espera de Sabin, que en aquellos momentos ingresaba en el hospital, sin que en nuestra mente cupiera lo que aquello ha deparado. Goian bego, Sabin!