Reflexionaba yo el sábado pasado recostado en una terraza al calor del sol invernal, sobre las bondades y miserias del ser humano, más aún ahora que se acercan unas elecciones locales de gran trascendencia en Euzkadi. Y es que claro, a partir de ahora, con elaboraciones de listas electorales en toda la geografía del Estado, vamos observando hasta qué punto las personas pueden hacerse daño unas a otras. Yo siempre he defendido la ambición como algo positivo. Me explico, defino la ambición como el ansia de querer mejorar en la vida, de querer progresar. Hasta ahí todo bueno. El problema se da cuando esta ansia se convierte en una obsesión y se hace a costa de pisar a los demás. He aquí el problema. Sigo pensando que en esta vida no todo vale, y que debemos de hacer nuestra esa máxima romana: la "virtus", el honor, la dignidad.

En política puede que te echen si lo haces mal, pero si lo haces bien la estadística te deja en la misma proporción, así que estamos buenos.

En cualquier caso, va llegando el tiempo de las valoraciones, de reflexionar serenamente sobre si el trabajo está bien hecho, sobre si las tareas que nos han sido encomendadas se han realizado bien o de si esta vocación de servicio absoluto se mantiene, porque no olvidemos nunca, el cargo público está para servir a la comunidad, no para servirse de ella. Alrededor siempre pulularán los parásitos, los que pretenden cambiar todo (o a todos para no cambiar nada), los de quítate tú para ponerme yo con las más variopintas excusas, generalmente: "no cae bien" o "esta mal visto" cuando la estadística nos dice que por cada persona a la que caes mal hay una a la que caes bien, y a veces, ni caes.

En estos tiempos tan convulsos, en los que debe de primar la unidad y la objetividad, no nos debemos dejar llevar por los instintos primarios, por la codicia y la envidia, sino por hechos, por resultados, por gestión y por la confianza. Procuremos serenarnos y actuar con justicia, aunque ya lo decía Séneca: Si estás libre de enemigos porque a nadie hiciste injuria, no faltarán otros que lo sean por envidia.