en el Boletín de cursos de su ensayo Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, Woody Allen incluye el apartado Escribir para el teatro, en el que cuenta que "los estudiantes aprenden que los discursos largos y aburridos no son tan eficaces como los breves y chistosos que parecen cumplir con creces su cometido" y se pregunta "por qué a menudo una obra de teatro sobre un viejo personaje llamado Gramps capaz de inspirar ternura no es tan interesante como contemplar la nuca de otro espectador y tratar de que se dé la vuelta?". Siguiendo el paralelismo del surrealista capítulo del realizador neoyorkino, un gurú del periodismo 2.0 defendió en cierta ocasión una ponencia titulada -no sin cierto ánimo de provocación- Cómo acabar de una vez por todas con los periódicos ante la supremacía de las nuevas tecnologías. Es fácil. Se puede acabar con ellos eliminando la secular atracción de la gente de la calle por las historias cercanas, contadas de una forma breve y chistosa en lugar de aburridos discursos oficiales, y que le den la vuelta a la realidad, como recomienda el curso del cineasta judío. De la misma manera que Internet no acaba de una vez por todas con las relaciones presenciales, con el poteo o con las colas para comprar entradas de cine o de conciertos, tampoco termina de encontrar la manera de liquidar a la prensa. DNA es una rara avis en el sector, al no haber parado de crecer en los últimos seis años, hasta alcanzar los 30.000 lectores diarios. Tendríamos que a escribir una guía de Cómo acabar de una vez por todas con la monserga de las nuevas tecnologías.
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