El régimen de Mohamed VI se ha permitido boicotear junto a otras dictaduras como Irán, Cuba o Vietnam la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz al preso político chino Liu Xiaobo. A Marruecos su actitud de aplastar las reivindicaciones saharauis le ha llevado a simpatizar con China, uno de los regímenes más brutales que existen en el mundo.

China reprime a disidentes, a intelectuales, a católicos, a tibetanos y Marruecos hace lo propio con saharauis, periodistas desafectos y ciudadanos españoles. Es decir, se llevan bien y se constata la unidad de criterio en la vulneración de los derechos humanos, el desprecio al derecho internacional y la incomodidad ante la libertad de expresión.

Liu Xiaobo, como referencia, y Aminetu Haidar, la activista saharaui, son hoy dos símbolos vivos de lucha por la libertad de las personas. Los dos han sido perseguidos, encarcelados y vilipendiados por denunciar las atrocidades que se cometen en sus respectivos países y por exigir respeto a los derechos humanos en Tiananmen o en El Aaiún. El delito de Liu fue escribir la Carta 08, un manifiesto por la democracia. Y, efectivamente, eso no le gusta a China y tampoco a Marruecos.