el deporte español ha sufrido un golpe mortal de necesidad. Las detenciones que se produjeron en el marco de la Operación Galgo han abierto el margen de la sospecha a otras disciplinas, en este caso sobre todo el atletismo, diferentes al ciclismo. Ya nadie cree en nadie. Cualquier deportista se encuentra en entredicho a causa, seguramente, de unos pocos que han dedicado su vida a buscar resquicios en los mecanismos de control de la trampa. El jueves cambió el mundo. Seguramente los tramposos no serán tantos como pensamos ahora, pero también tenemos la certeza de que son muchos más de los que pensábamos que eran hasta hace unos días. En el epicentro de la polémica, cómo no, ha vuelto a surgir un nombre maldito, un personaje satanizado, probablemente porque ha hecho méritos para ello. El doctor Eufemiano Fuentes ha alcanzado el rango de celebridad a costa de ligar su nombre al de decenas de deportistas que han pasado al lado oscuro, que han entrado a engrosar la lista de apestados en la que ha caído a plomo la sonrisa de Marta Domínguez, con su cinta rosa y todos sus títulos de campeona, que ahora nadie respetará. Lo peor de todo es que el armario está repleto de figuras idolatradas, endiosadas, que quizá nunca acaben pagando por edificar sus mitos sobre cimientos de estafas y engaño. Eufemiano amenazó hace tiempo, y ahora lo ha repetido su mujer, que el día que tire de la manta se tambaleará todo el entramado del deporte español. Quizá sacar a la luz a todos los tramposos podría ser lo único bueno que ha hecho en mucho tiempo.