En esto de los espías hay tres referencias básicas. A saber. Modelo Mortadelo y Filemón: rupestre, casero, divertido, torpe y con un nivel de peligrosidad directamente proporcional a la incompetencia de su oponente. Tipo James Bond. Elegante, sobrao, pelín decadente y tan poderosamente llamativo que dudosamente puede ser considerado secreto. Sí, tiene licencia para matar, pero se le ve venir a kilómetros. El tercero y último. Rollito Jack Ryan. Es decir, empollón metido a hombre -o mujer, que lo mismo da- de acción frustrado que, muy a su pesar y al de su familia, acaba salvando al mundo porque él sí, y no otros, se dio cuenta del dato fundamental para desactivar el plan de los malos. Éste no tiene licencia para matar, pero tiene amigos que sí la tienen. Viene esto a cuenta de que, al parecer, Wikileaks nos ha abierto los ojos: señores, hay espías y espían. No entraré en temas más serios, más graves y más ilegales. Me quedo con esos grandes informes de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense: le petit Nicolas es un tipo autoritario, en Moscú quien manda es tovarich Putin -gran demócrata curtido en la KGB e insigne cazador de osos-, Silvio, colega del anterior, es el rey de la orgía romana y pelín mafiosete y José Luis es un político cortoplacista -¡larga vida a la geometría variable!-. Que me imagino al insigne agente como un cruce entre Gila -"¿es el enemigo? Que se ponga"- y Jorge Javier Vázquez, qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte, David Cameron sólo piensa en las urnas. En fin, siempre nos quedará París.
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