La expectación desatada en torno al partido que disputaron en el Camp Nou el Barcelona y el Real Madrid merece, como fenómeno sociológico, una reflexión sobre los efectos balsámicos que acontecimientos deportivos como este, o los éxitos de Rafael Nadal en tenis, tienen en una sociedad marcada por la crítica situación económica. El fútbol, como espectáculo, y más un encuentro de esta naturaleza, se convierte en centro de un debate en el que la rivalidad, bien entendida, desata pasiones y se convierte durante días en antídoto o en válvula de escape para un país en decadencia. Pobre espectáculo y pobre país. ¿Estamos como la decadente Roma? Pienso que sí, un imperio a la baja y sin valores que se conforma con pan y circo.