El mundo está preocupado por las negociaciones sobre el cambio climático de la ONU en Cancún. Muchos expertos dudan que la ONU tenga capacidad para hacer frente a la mayor amenaza que jamás haya acechado a la humanidad. Creen que las negociaciones son una causa perdida, un foro incapaz de superar el desafío global del cambio climático.
Los escépticos tienen razón al preocuparse. Pero hacen mal al creer que no podemos progresar más rápido. De hecho, la necesidad de ayudar a los más afectados por los cambios en el medioambiente es acuciante. Por eso voy a Cancún: para recodarles a los líderes mundiales que un cada vez mayor movimiento global está haciendo un llamamiento que pide unos enfoques más éticos y progresistas. Exigimos justicia climática.
El cambio climático no es sólo un problema del futuro: ya está aquí. Los impactos ya tienen consecuencias sobre personas de todo el planeta. Los afectados tienen todas las cartas para pasar hambre, sumirse en la pobreza, enfermar o sufrir injusticias. Las mujeres suelen llevarse la peor parte.
Durante décadas, las organizaciones de la sociedad civil como Oxfam han luchado para marcar la diferencia en las vidas de cerca de mil millones de personas que cada noche se acuestan con hambre. Hemos trabajado sin pausas para ayudar a que estas personas salgan del espiral de la pobreza y se aferren a la esperanza. Pero el cambio climático puede acabar con los desarrollos conseguidos en un abrir y cerrar de ojos.
El año 2010 se ha convertido en un duro recordatorio sobre la amenaza de los sucesos de climatología extrema como sequías e inundaciones, que según los científicos se volverán más frecuentes y más violentos como resultado del cambio climático.
Algunos de estos impactos tienen lugar en algunas de las regiones más inseguras del globo, en las que la pobreza y la inestabilidad nos amenazan a todos.
Pakistán es un buen ejemplo de ello. Este año, millones de pakistaníes se han visto llevados al límite a medida que las inundaciones arrasaban sus campos y los dejaban sin agua ni comida. La respuesta humanitaria del planeta se quedó corta, mientras que más desastres asediaban el planeta, con resultados estremecedores.
El cambio climático es un problema global que necesita una solución global. Los grupos usualmente excluidos de la toma de decisiones global (mujeres, indígenas, comunidades pobres y países vulnerables) cuentan con conocimientos que el mundo necesita para encontrar soluciones. La ONU todavía es la mejor forma de asegurar su vital participación. Resulta esencial lograr un compromiso para que avance el diálogo, ya que sólo a través de negociaciones vinculantes podremos asegurar que los más afectados por los impactos más brutales puedan tener un sitio en la mesa de debate.
El lento ritmo de las negociaciones es frustrante, y el nivel de ambición entre los países parece ser peligrosamente bajo. Pero a pesar de estos terribles obstáculos, las negociaciones recientes han conseguido un progreso real que sienta las bases de un acuerdo a mayor escala. Ninguna de las alternativas, tales como el Foro de Grandes Emisores -que excluye a los países pobres y vulnerables- cuenta con un registro de seguimiento comparable a la ONU en cuanto a decisiones concretas tomadas.
En Cancún tenemos la oportunidad de sentar unas bases comunes para el establecimiento de un fondo global para el clima que podría ayudar a que los pobres se protegiesen por su cuenta de las crecientes amenazas del cambio climático. Debe ser un nuevo tipo de fondo, que garantice el apoyo adecuado para que las comunidades pobres generen resistencia y que dé a los países pobres y a las mujeres una voz fuerte en cuanto a cómo establecerlo y gestionarlo. Esto ayudará a desbloquear las negociaciones y generar una confianza firme entre los países pobres y el mundo desarrollado. Y de forma más crucial, un fondo que sea justo y asegure que los recursos esenciales se canalizan eficazmente y sin derroches ni abusos a los que más los necesitan y mejor pueden utilizarlos.
Algunos inversores privados influyentes han destacado que la inversión en sistemas de energía alejados del carbón sólo podrá darse a la escala y a la velocidad que determine el apoyo que reciba de marcos de trabajo de políticas claras, creíbles y a largo plazo. Para que esas inversiones lleguen a los más vulnerables en forma de sistemas de irrigación y preparación de cara a inundaciones que generen resistencia, los gobiernos deben acordar cómo recaudar fondos públicos.
Un informe reciente de la ONU elaborado por un panel de líderes y expertos financieros de todo el planeta mostraba que la cantidad de dinero necesaria para financiar un fondo global para el clima se puede recaudar sin asediar a los contribuyentes ni desviar recursos ya prometidos como la tan necesaria ayuda para el desarrollo. Un impuesto sobre las emisiones sin límite para barcos y aviones, o una tasa sobre las transacciones financieras, podrían recaudar miles de millones de nuevos recursos y ayudar a nivelar las inversiones del sector privado.
Ya no quedan excusas para que los líderes políticos miren para otro lado e ignoren las políticas y los compromisos sobre financiación e inversión en el cambio climático. Es posible conseguir el dinero para generar resistencia y lograr una energía sostenible en el futuro. Es hora de que los líderes mundiales lleguen a un acuerdo para que esto suceda.
El éxito de Cancún podría servir como base para conseguir un acuerdo del cambio climático que nos encarrile nuevamente y nos permita conseguir un acuerdo para la justicia climática. Sólo por eso, estoy allí.