El envejecimiento bien llevado consiste en disfrutar haciendo lo que uno no pudo hacer antes de alcanzar la madurez. Por eso ingresar en la universidad es uno de los primeros pasos que di cuando mi vida laboral llegó a su fin.

Ahora que ya se han terminado mis tres primeros cursos, me pongo a pensar en mi paso por la universidad y soy consciente de que se han cumplido y superado mis expectativas tanto en lo humano como en lo académico. En este período de tiempo he conseguido promover la reflexión y la curiosidad por el saber.

La gran ventaja de estas aulas es la experiencia vital de los asistentes, su sentido práctico y participativo haciendo posibles el intercambio de inquietudes, conocimientos no escritos, o habilidades forjadas a lo largo de toda la vida. Con esta actitud se demuestra que no hay edad determinada para ampliar la formación y que todo depende de la voluntad de aprender. Pero nada de esto hubiese resultado posible sin el apoyo de mis compañeros y el consejo de los profesores y por eso siempre les voy a agradecer "haber estado".

Mi última reflexión es que para obtener éxito en esta época de la vida hay que plantearse que el aprendizaje no acaba nunca, y les aconsejo a las personas que hayan acabado su etapa profesional se hagan estas cuatro preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué no? ¿Por qué no yo? y por último ¿por qué no ahora?