EL reciente flujo migratorio a Euskal Herria, como todos los movimientos de población de estas características, pone a prueba el músculo del que está hecha cualquier sociedad. No es la primera vez que la sociedad vasca asiste a la llegada masiva de personas en busca de un mejor futuro; ya en los 50 y 60, miles de trabajadores provenientes de otros puntos del Estado permitieron que Euskadi viviera un despegue económico sin precedentes en su historia, aunque no fue hasta décadas después cuando se fueron analizando los "desajustes" que creó esta migración en clave de hacinamiento urbano, falta de integración social, prejuicios, marginación, etc., consecuencias que han ido asumiéndose más por el paso del tiempo que por un proceso planificado. Ahora es otro fenómeno el que acapara la atención de analistas y gestores públicos en la medida en la que son personas de otros países en especial, de Latinoamérica, del Este de Europa y de África quienes han ido llegando con el mismo objetivo de mejorar sus expectativas de vida. Con la diversidad cultural que lleva consigo esta llegada, el reto se hace más complejo, más aún cuando la crisis interfiere en la valoración social de la presencia de estas personas en el país. Sigue siendo preocupante, por ejemplo, la identificación social de los extranjeros con la delincuencia (seis de cada diez vascos considera que la llegada de inmigrantes a Euskadi está ligada con el repunte de la inseguridad ciudadana), mientras que son mayoría amplia quienes opinan que deberían tener el mismo acceso a la educación y a la sanidad, fuera la que fuera su situación legal. Esto es lo que reflejan los últimos datos recogidos el Observatorio Vasco de Inmigración; otra cuestión son las informaciones que muestran cómo el 57% de los detenidos por la Ertzaintza en lo que va de año son ciudadanos extranjeros. El dato en sí puede cargar de argumentos a quienes defienden esa identificación entre inmigrante y delito, pero existe un error de apreciación que Xabier Aierdi, codirector de Ikuspegi, insiste en dejar claro: teniendo en cuenta la situación socioeconómica que sufre el colectivo inmigrante, habría que comparar el dato con el que pudieran ofrecer sectores sociales que vivan en la misma situación. Y es lo que no se hace.