LA pulsera "holográfica" que lograba "mejorar el equilibrio, la fuerza y la flexibilidad" fue una de las sensaciones del pasado invierno. De hecho, las ventas fueron espectaculares en las navidades de 2009 hasta convertirse en uno de los regalos más demandados, estimándose en más de 300.000 las pulseras vendidas en el Estado. Si se tiene en cuenta que cada una de ellas cuesta una media de 35 euros, se puede calcular los beneficios millonarios que han obtenido sus inventores, los hermanos Rodarmel, que en su estrategia de ventas apostaron por el patrocinio de numerosas actividades deportivas. Quizá con lo que esta pareja de californianos no contaron fue con que las asociaciones de consumidores fueran a tomar cartas en el asunto, denunciando los supuestos beneficios de la pulsera en el organismo humano, y que un centro académico y de investigación como la Universidad Politécnica de Madrid fueran a desarrollar una investigación que dejaba zanjada cualquier discusión, al afirmar que no había ni rastro de los efectos publicitados en las campañas de marketing. El fraude, por lo tanto, era real. A partir de ahí, ha sido la Junta de Andalucía la única institución que ha tomado cartas en el asunto sancionando a la marca con una multa de 15.000 euros. La cantidad equivalente a 428 pulseras que deja bien a las claras el margen de beneficio que ha obtenido Power Balance en toda esta operación. Sin embargo, las denuncias de la Federación de Asociaciones de Consumidores y Usuarios también se han ampliado a otras instancias que no se han pronunciado. Es el caso del Ministerio de Sanidad (cuya titular, Leire Pajín, es usuaria de las pulseras pseudomilagrosas) y otras autoridades autonómicas. Lo llamativo de éste y otros casos que tienen que ver con el consumo es la ausencia total de control antes de que el producto pueda salir al mercado. Y la falta de intervención de las farmacias que se han beneficiado de unas ventas millonarias que se han producido bajo el paraguas eficaz y engañoso del "se vende en farmacias", pero que no han ejercido suficiente control sobre un producto que ha engañado a millones de personas. Este caso ha podido resolverse sin graves consecuencias para los compradores de la pulsera "milagrosa", pero vista la falta de control en su comercialización cabría preguntarse qué podía haber pasado en caso de que hubiera provocado daños físicos.