Una negra mancha empaña desde hace 35 años la historia y el honor de España, pues abandonar a su suerte al pueblo saharaui en las circunstancias en que se hizo es algo inadmisible moral y jurídicamente para la ex potencia colonial que debía haber garantizado una descolonización ordenada atendiendo a la voluntad de un pueblo súbdito que quería ser libre. Aunque tarde, España debe rectificar errores pretéritos para exigir alto y fuerte ante todas las instancias posibles que la voluntad del pueblo saharaui expresada libremente en las urnas debe erigirse como la única voz que legitime la soberanía final del Sahara Occidental. Ello nos puede acarrear algún que otro problema con nuestro no siempre amistoso vecino del sur, pero al menos parcialmente podremos redimir el gran pecado cometido en tierras africanas y reestablecer un honor que tan sólo podremos recuperar actuando con valentía.