Vitoria-Gasteiz puede que presuma de ese color gracias a que la rodee una masa arbórea, salpicada de amplios herbazales y matorrales, pero una ciudad no debe ser considerada nunca green por tal motivo, sino por la cultura y educación de sus habitantes.

Es mucho más ecológico, pero eso exige una mayor implicación de sus políticos en facilitar los medios para que dicha educación alcance al mayor número de ciudadanos, evitando con ello que el color interno tire más hacia grises o, incluso, negros.

Más de una vez algún minoritario paisano me ha acusado de estar obsesionado por las bicis; me compensa el mayor número de adhesiones recibidas a cada paso. Lo que pasa es que nuestra ciudad es poco proclive a la denuncia pública y prefiere hacerlo en voz baja en su entorno, pero el malestar que tales vehículos producen a diario es absolutamente patente y objetivo.

Desde nuestro Ayuntamiento nos bombardean con consignas relacionadas con la circulación, abogando por el uso intensivo de medios no contaminantes, entre los cuales destaca con luz propia el biciclo. Como quiera que su manejo está al alcance de cualquiera, ahí da por terminada su labor educativa, y así los incidentes, cada vez más frecuentes y numerosos, son presentados por la Corporación municipal como insignificantes excepciones, así me lo explicaba por escrito el concejal de la cosa.

Prefiero quedarme con lo expuesto en EiTB por el concejal de Zarautz que manifestaba que las normas establecidas por ellos referentes a los txirrindularis estaban sujetas al Código de Circulación vigente, "aunque muchos lo ignoren o lo nieguen", y añadía las cuantías de las sanciones pertinentes, que oscilan entre los 100 euros para las faltas leves hasta los 500 para las graves.

Vitoria-Gasteiz, paraíso del gratis total, pasa de todo y prefiere seguir en el Bullycio del edil. En nuestra ciudad green nadie paga multas. Después se quejan de que las arcas municipales están exhaustas.