la revolución conservadora de Margaret Thatcher en los años 80 ha cosechado un éxito enorme, ya que no sólo los partidos conservadores aplican sus recetas, sino que también lo hace la propia socialdemocracia. Esta revolución ha conseguido que el centroizquierda se redefina tanto que ya no crea en el efecto redistribuidor de los impuestos. Un ejemplo de esto es que el ministro de Industria, Miguel Sebastián, declare que "los impuestos no están para redistribuir la riqueza, sino para obtener ingresos".
Pero el éxito de esta contrarrevolución va más allá, ya que incluso ha logrado a que sea considerado como de cultura popular bajar los impuestos, desarrolla la economía. Obviamente, como cualquier dogma, éste cae por su propio peso, ya que depende de a quién se los bajemos podemos generar un aumento de la demanda, como en el caso de las clases medias y trabajadoras o, por el contrario, aumentar las actividades especulativas al disminuírselos a las clases altas. A pesar de ello, tanto Aznar como Zapatero han ahondado en esta senda ayudando a que se produjera el boom inmobiliario y su posterior caída.
Durante la era Aznar se iniciaron recortes en materia impositiva lo que, unido al gran boom de la construcción, llevó a la gente a considerar que el éxito del PP residía en estas medidas. Estas reformas consistieron en bajar los impuestos directos y subir los indirectos como el alcohol, el tabaco o los carburantes. Los mayores ejemplos de esta política tributaria regresiva fueron la creación de las SICAV para que las grandes fortunas tributaran al 1% y la promulgación de la ley Beckham, que hizo tributar a los extranjeros millonarios al tipo mínimo del IRPF (24%).
La llegada de Zapatero no supuso un cambio en esta materia. Estas medidas han alejado al PSOE de la izquierda parlamentaria y le han llevado a un acercamiento con CiU y el PNV. Así, las grandes fortunas dejarían de pagar 1.800 millones de euros anuales a la Agencia Tributaria, para seguir en la segunda legislatura con el cheque de los 400 euros y un recorte del Impuesto de Sociedades. Obviamente, estas medidas eran inasumibles en tiempos de recesión, así que el Ejecutivo procedió, aunque tarde, a aumentar los impuestos. Eliminó el cheque de los 400 euros a los grandes contribuyentes y subió el IVA al 18%.
Por eso la izquierda pide recuperar la progresividad fiscal, subiendo el tipo máximo del IRPF al 50%, incrementar un 50% los impuestos a los inmuebles vacíos, proceder a la eliminación de las SICAV y la Ley Beckham y no hacer rebajas en el Impuesto de Sociedades a las grandes empresas, ya que no podemos aceptar que este tributo sea el quinto en importancia, por detrás del IVA o los impuestos especiales.
Guillermo Samanes Olleta